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Una brisa triste por los olivos

Todavía hoy, 64 años después, no se sabe ni dónde, ni cuándo. No se sabe a qué hora, ni quiénes, ni cómo, sacaron a Federico García Lorca de la colonia infantil de Víznar que los sublevados nacionales habían convertido en prisión, lo llevaron hasta un descampado muy próximo a la Fuente de Aynadamar (la Fuente de las Lágrimas, en árabe) y lo ejecutaron en compañía de dos toreros y un maestro de escuela. Nunca se encontraron ni su tumba ni su cuerpo. Pero el recuerdo de Lorca sigue sin poder borrarse. Anoche, centenares de granadinos volvieron a demostrarlo.El Parque García Lorca, de Alfacar, creado sobre el lugar en el que se supone que el autor de Yerma fue abatido, es, desde hace bastantes años, el lugar elegido para conmemorar la muerte del poeta español más importante del siglo XX. Ayer fue su biógrafo, el hispanista Ian Gibson, el encargado de rendir tributo no sólo a Lorca, sino a todas las víctimas anónimas que, por millares, fallecieron en las cunetas que unen los pueblos de Víznar y Alfacar, a 6 kilómetros de la capital. Unas cunetas que eran testigo de asesinatos arbitrarios, sin juicio ni derecho a defensa, de granadinos que pasaron a formar parte de la lista de desaparecidos de la barbarie.

Gibson, que abrió el acto antes del concierto del pianista Juan Gallego, quiso recordar no sólo a Lorca sino a todas las víctimas de la Guerra Civil, y resaltó la generosidad del poeta, "cuya patria", dijo, "fue siempre el amor". "Lorca estuvo siempre al lado de los marginados, de los desheredados". El hispanista aprovechó su alocución para arremeter contra lo que considera el fascismo de hoy: "La única pena de muerte que ahora existe en España es la que aplican ETA y quienes la apoyan".

La actriz María Galiana, que leyó poemas de Divan del Tamarit, expresó su emoción por participar en el acto y visitar el lugar en el que el poeta fue ejecutado, un sitio del que dijo, coincidiendo con el actor Andy García, "en el que se respira mucha paz pese a toda la violencia que hubo".

Poco antes del estallido de la Guerra Civil, Lorca, que se había distinguido por ser apolítico, aunque también por su clara simpatía hacia la izquierda republicana, declaró en una entrevista a un periódico madrileño que en Granada se agitaba "la peor burguesía de España". "Es la tierra del chavico", decía.

Cuando se produjo la sublevación militar, Lorca se supo en peligro. Después de recibir varias visitas amenazantes, el autor de Poeta en Nueva York pidió ayuda a su amigo Luis Rosales, también poeta y miembro de una de las familias falangistas más influyentes de Granada. Rosales lo acogió en su casa durante una semana, hasta que integrantes de la CEDA, el partido de derechas de entonces, encabezados por el ex diputado Ramón Ruiz Alonso y se llevaron a Lorca. Nunca más se supo de él.

Granada, tomada por los rebeldes dos días después de la rebelión militar, era una ciudad en la que imperaba el terror impuesto por el gobernador civil José Valdés, que había dado a sus hombres carta blanca para que detuvieran, torturaran y asesinaran a quien creyeran conveniente. Según diferentes cálculos, al menos 8.000 personas fueron fusiladas, con o sin juicio, con o sin causa, en los tres primeros meses del conflicto.

Hasta hace unos años, aún podían verse en las tapias del cementerio los agujeros de las balas provocados por los fusilamientos sumarios. El Barranco de Víznar era el lugar al que llevaban a quienes eran detenidos por sospechas infundadas, denuncias falsas o simple capricho. Se calcula que hay allí entre 600 y 2.000 cadáveres. De García Lorca se supone que fue ejecutado junto a un olivo. Anoche, volvió a soplar una brisa triste.

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