Mogollón derecha
- La España vertebrada. España, esa Commonwealth de naciones peninsulares, está vertebrada, como todos los niños saben, por la Liga Profesional de Fútbol y por El Corte Inglés. Esporádicamente, ejercen la vertebración otros objetos, como Gran Hermano o La bomba, si bien hasta que el Congreso Popof y Teddy de Historiadores Creativos se vuelva a reunir y se defina al respecto, me inclino por no incluirlos. Bueno. Me voy a El Corte Inglés santanderino, a cortarme el pelo. Cada Corte Inglés tiene una pelu, no obstante, cada pelu es diferente y cobra un precio diferente, de lo que se desprende que El Corte Inglés, a diferencia de la Liga Profesional de Fútbol, le sigue la bola a Maragall y está por la cosa federalista. Nota: la pelu más cara de cualquier Corte la tengo localizada en Barcelona. El precio es de atraco. En el caso de corte de pelo a navaja, de atraco a navaja. En fin. Entro en la pelu masculina de El Corte santanderino. Hechos diferenciales. a) está atendida por señoritas. b) No hablan. c) Te colocan un alzacuellos de papel. Te miras al espejo y ves qué cara tendrías si fueras cura -a mí me sale cara del protagonista de El pájaro espino ante el desfile del Día Nacional del Tanga-. Y c) No dejan entrar a las señoras de los caballeros que van a ponerse monos. No sé qué significa todo ello. En contrapartida, estoy en situación de anunciarles que El Corte de Santander tiene una estructura circular. Los clientes avanzan siguiendo las agujas del reloj. Supongo que con esa maniobra uno visualiza que están matando el tiempo, que es lo que uno hace con una parte importante de su tiempo. La otra parte, la matan otros. En Santander y en Lima. - El punto de vista de las estatuas. Como han podido adivinar por el párrafo anterior y por el paraguas que llevo en el bolsillo superior de la americana, estoy en Santander, Cantabria. Cocina cántabra: a mí me tiran las almejas a la sartén. Por lo demás, no tengo ni idea del asunto. Con un poco de suerte, aquí al lado el tío Manolo igual les habla hoy en su columna sobre cocina cántabra. Echen un vistazo. Nos vemos en cinco minutos. Han pasado cinco minutos. Santander. La sensación es que ha venido todo Madrid a veranear. No se cabe. Los coches se aparcan de canto en las calles. Las calles de Santander, por cierto, son una metáfora del siglo XX. Los nombres de las calles se han mantenido inalterables desde el periodo Atapuerca-1931. Y para el periodo 1939-1975. Las calles del periodo 1931-36 han desaparecido, zas, de las calles. Estatuas. Una de Jorge Sepúlveda con micro, cantando y mirando la mar salada, momentos antes de formular la tonadilla Mirando al mar, tan representativa de una época -como que, de hecho, no dice nada-. Estatuas democráticas en la estética figurativa de Ayuntamiento madrileño de derechas. Son diferentes de las estatuas chachi-vanguardistas de Ayuntamiento barcelonés de izquierdas. Ambas escuelas tienen en común que, cuando ves cualquiera de esos dos tipos de esculturas, piensas cielos, si me entero del presupuesto me pongo a llorar. Brilla con luz propia una estatua de Franco a caballo, momentos antes de correr el Gran National. Esa estatua se quitó para hacer un parque. Hubo protestas. El alcalde tuvo que decir que la habían quitado momentáneamente, que le estaban haciendo la ITV y que la colocarían en un plis-plas. Esta estatua convive en la distancia, espero que sea el olvido, con un monumento a los caídos por etc, equipado de serie con yugo y flechas. El muro sobre el que está erigido este monumento está lleno de agujeros. Son balazos. Allí se fusiló la tira de no caídos por etc. Por un azar de la vida, estuve en Santander cuando la Eurocopa -en la que la selección volvió a no superar el efecto vertebrador de El Corte Inglés-. El partido lo vi rodeado de estudiantes que habían desplegado una bandera. Con la gallina esa en el centro.
- La derecha rebeca y la droite divine. La sensación es que en Santander es de derechas hasta el gato -la prueba: esta mañana hablé con un gato cántabro que me dijo "Friskies va bien"-. Cuando paseas por el paseo Pereda al atardecer, ves el todo Santander paseando. La tendencia es enseñarse a sí mismo. Es decir, la ropa. Es decir, el nivelazo. La cosa parece la versión tecnicolor de Calle Mayor, the movie. Un domingo aquí, si tienes 15 años y eres raro -raro: de izquierdas u homosexual o del Osasuna; o, glups, todo junto-, se debe de hacer larguísimo. No obstante, en cuanto sales de Santander, accedes a unas playas bellas y extrañas. Lo más extraño es que todo el mundo va a esas playas en pelota picada. Quizás se trata de una buena noticia no sólo para la izquierda, sino para todo el cosmos: la derecha está cambiando. Tal vez empieza a no parecerse a sus estatuas y a sus callejeros. Bueno. Mañana cambio de palo y les hablo de otro mogollón. La Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Tanta cultura que no se cabe. Un beso en la nariz.
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