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FIESTAS DE VITORIA

La otra cara de las fiestas

La música clásica y los 'bertsolaris', los blusas 'guarros' y el 'camello' que vendía 'tripis' a la Ertzaintza

A la una de la madrugada de hoy el Celedón volvió a subir un año más a su residencia en la torre de la iglesia de San Miguel en lo que fue un fin de fiesta con sabor amargo, llevado por los acontecimientos de las últimas jornadas.De ahí que los cantos del grupo vocal e instrumental Samurki, por la mañana, en el palacio Escoriaza-Esquibel sonaran extraterrestres teniendo en cuenta lo que estaba ocurriendo en el exterior. El remanso de paz que son los conciertos de cámara de La Blanca apareció ayer como una paradoja irreal de lo que estaba sucediendo fuera, en las calles de Vitoria que normalmente durante las mañanas son espacio del sosiego de niños y abuelos.

Las consistentes paredes del palacio hicieron de aislante sonoro y emocional. Tras superar las dos puertas que llevan al patio renacentista en el que tienen lugar los conciertos de cámara (con sesiones de mañana y tarde), se entra en otro mundo en el que desaparece el ruido de charangas y canciones del verano y el olor a orines ya incrustado en la vida ciudadana.

Ahí es donde ayer los componentes del grupo Samurki ofrecieron un repaso por los distintos géneros vocales, desde el clásico Ave María, de Gounod, hasta el Berimbau, de Vinicius de Moraes, o Locura, de Silvio Rodríguez.

El lleno era total, como lo ha sido en las restantes nueve convocatorias de estas fiestas que ya han terminado y para las que estos chalados de la música clásica conforman un mundo aparte. Como les ocurre también a los bertsolaris. A la hora del aperitivo, cuando los principales bares y cafeterías del centro están a rebosar de clientes, el público selecto y afín desafiaba ayer el sol que caía a plomo sobre la plaza del Machete para disfrutar con el ingenio de Maialen Lujanbio, Unai Iturriaga, Asier Iriondo y Asier Otamendi.

Unos conciertos minoritarios que son, sin embargo, la salsa de una fiesta que, si no, se quedaría en los tópicos. Como el taurino, con la subida y bajada de los Blusas, que ayer tuvieron su jornada gloriosa, al que llaman día del guarro, en el que durante el recorrido de vuelta de la plaza de toros se ponen, como señala el sobrenombre, del día lanzándose harina y agua unos a otros.

En imitación de las peñas pamplonicas, los blusas vitorianos acuden a unos toros que este año han buscado salir de la apatía en la que se habían instalado en los últimos cinco años, según el actual empresario, Javier Guinea.

Son las otras caras de la fiesta que también ha contado con sus anécdotas jugosas, como la del joven italiano de 21 años que en la noche del martes ofreció unos tripis (LSD) a una patrulla no uniformada de la Ertzaintza que hacía labores de vigilancia alrededor del camping de Ibaia. Parece ser que el joven, en estado de alucinación total por la ingesta del producto que vendía, quería compartir con todo el mundo las excelencias de sus pequeños cartoncillos, tal y como informaba ayer la propia Ertzaintza.

Ha sido una nota divertida dentro de unas fiestas en las que las drogas, según la asociación pro-legalización Kalamudia, tenían una pésima calidad. Kalamudia, como hizo el año pasado en la Aste Nagusia bilbaína, instaló en el recinto de fiestas un polémico puesto en el que analizó las sustancias que les llevaron los ciudadanos, para acabar certificando que el hachis, la cocaína o el speed eran de muy mala calidad. Un servicio que habrá colaborado en que más de uno haya acabado con mejor salud estos seis días de fiestas.

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