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Causas y efectos

Los llamados corticoesteroides (o corticoides) son derivados sintéticos de unas hormonas, las hormonas glucocórticoesteroideas, que nuestro cuerpo produce naturalmente. Las glándulas suprarrenales producen estas hormonas, la más importante de las cuales es el cortisol, principalmente para ayudar al ser humano a hacer frente a las numerosas situaciones de estrés que puede sufrir a lo largo de su vida. ¡Y qué mejor ejemplo de estrés físico y mental que el deporte de alta competición! En efecto, el cortisol moviliza los diversos sustratos energéticos (grasas, hidratos de carbono e incluso proteínas) hacia la sangre para que los músculos puedan disponer de energía rápidamente. Además, tiene una importante acción antiinflamatoria e inmunodepresora. Por estas últimas razones los corticoides se utilizan -y es legítimo y necesario hacerlo- para el tratamiento de numerosas patologías, algunas de las cuales, además, son bastante frecuentes en el ciclismo. Y más aún en una gran vuelta por etapas. Por ejemplo, los temidos forúnculos: en este caso los corticoides se emplean a través de pomadas. O las lesiones tendinosas o tendinitis, que a veces se tratan con infiltraciones locales de corticoides. Por ello, el uso de corticoides está permitido en el deporte, siempre y cuando se justifique su utilización con fines exclusivamente terapéuticos, mediante el correspondiente documento firmado por un médico. Lo malo es que, tras el disfraz de una supuesta patología (un molesto forúnculo, pongamos por caso), los corticoides se podrían utilizar para mejorar artificialmente el rendimiento. Y es que los corticoides sintéticos son hasta cien veces más potentes que el cortisol, con lo que se multiplicaría el efecto anti-estrés de esta hormona, cuya producción por las glándulas suprarrenales puede empezar a agotarse tras muchos días de competición. Así, el ciclista toleraría mejor el sufrimiento. Por ejemplo: menor dolor de piernas o agujetas. Los corticoides también tienen efecto euforizante.La terbutalina y el salbutamol son fármacos broncodilatadores que se emplean en el tratamiento de una enfermedad muy extendida en el ciclismo: el asma. Tanto es así que casi podríamos decir que el asma es una enfermedad laboral u ocupacional propia de este deporte En efecto, los ciclistas ventilan una gran cantidad de aire durante muchas horas al día y durante las cuatro estaciones del año, e incluso en países diferentes. Resultado: en sus pulmones entran constantemente agentes (alergenos, como el polen de muy diversas plantas) que irritan a sus bronquios. Como en el caso de los corticoides, el uso de broncodilatadores (que se administran a través de inhaladores) está permitidio siempre y cuando se demuestre médicamente que el ciclista padece asma. Algo que a veces no es tan sencillo, sobre todo en el caso del asma inducido por ejercicio. En teoría, los broncodilatadores podrían mejorar artificialmente el rendimiento de un ciclista que no sufra asma de ningún tipo, pues incrementarían su capacidad ventilatoria y, por tanto, su capacidad de oxigenar la sangre y los músculos.

Alejandro Lucía es fisiólogo de la UAM.

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