La cara amable del corsario

El inicio de la temporada de Isla Mágica se retrasó este año de marzo a mayo por una crisis económica que a punto estuvo de provocar el cierre definitivo del parque temático de Sevilla. Paliados los problemas financieros y laborales, el recinto abrió de nuevo sus puertas y los trabajadores volvieron a ocupar sus puestos. Algunos, incluso, se encontraron con el aliciente de un ascenso. Este es el caso de Anabel Correa, una joven licenciada en pedagogía, que con 26 años se ha convertido en una de las dos encargadas de la zona de atracciones y aparcamientos.Anabel trabaja en Isla Mágica desde el día de su inauguración, hace ya cuatro años. Empezó en la atracción de Los Rápidos del Orinoco coordinando la entrada y salida del público, y en apenas un mes la ascendieron a operadora técnica. Después de pasar tres veranos controlando el Orinoco sevillano, este año tiene a su cargo a las 120 personas que trabajan en las 15 atracciones y los tres aparcamientos del parque. "He pasado por todos los niveles. Tuve la suerte de ir promocionando desde lo más básico hasta donde estoy hoy. Y quiero seguir aquí porque me gusta", comenta.

Lo primero que hace cada mañana cuando llega a Isla Mágica es comunicarle las instrucciones del día a los operarios de los aparcamientos. Sobre las diez y cuarto, Anabel hace lo propio con los trabajadores de las atracciones, y a continuación ella misma da el visto bueno a todos lo aparatos.

La revisión continua de las atracciones es una de las tareas a la que dedica más horas durante la jornada, en la que también encuentra hueco para labores más administrativas, como la de coordinar los turnos de trabajo del personal. "A veces, cuando falta algún operario de apoyo, lo sustituyo yo misma", asegura, "porque acabas echando de menos el trato directo con la gente".

Aunque no duda de la seguridad de las atracciones, reconoce que nunca se puede bajar la guardia, sobre todo ante las posibles imprudencias del público. Los más temidos son los escolares que, con excursiones organizadas, abarrotan Isla Mágica los meses de mayo y junio. "Cuando vienen en grupo se envalentonan y hacen cosas que no harían si vinieran con sus padres".

Según Anabel, la experiencia ayuda mucho, y con el tiempo se aprende a prever el comportamiento que va a tener cada persona en la atracción. Aunque los jóvenes suelen tranquilizarse en cuanto se les llama la atención y se les advierte del peligro que pueden ocasionar, alguna vez han tenido que prohibir a alguien la subida a la atracción. "Les cuesta ver que sólo lo hacemos por su seguridad", afirma Anabel.

Hay casos en los que los imprudentes son los padres, que reclaman porque su hijo sobrepasa la altura permitida en una atracción o porque no les dejan buscar entre los raíles del Jaguar, una gigantesca montaña rusa, el aparato dental que ha perdido el niño.

Cuando los más pequeños no superan la edad o la altura mínima para poder subir a una atracción, padres e hijos recurren a todo tipo de trucos. "Hay niños que se ponen dos gorras o que incluso se meten latas en los zapatos para perecer más altos", comenta Anabel. "Ya hemos aprendido, y, por ejemplo, en vez de preguntarle a los niños la edad, le preguntamos la fecha de nacimiento, porque así es más fácil pillarlos".