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Entrevista:Elizabeth Parker - Ex consejera general de la NSA y la CIA

"La preocupación europea por la red Echelon es absurda"

Miguel González

Elizabeth Parker es la primera mujer que ha ocupado el puesto de consejera general de los dos principales servicios secretos de Estados Unidos: la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), de 1984 a 1989, y la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de 1990 a 1995. En ambos organismos aplicó sus conocimientos profesionales como abogada para intentar resolver un dilema seguramente insoluble: la adecuación de las operaciones de espionaje a las normas de un Estado de derecho. EL PAÍS conversó con ella a mediados de julio, cuando visitó España para participar en el curso sobre el futuro de los servicios secretos organizado por la Universidad Complutense en colaboración con el Centro Superior de Información de la Defensa (Cesid)."Hay distintos sistemas para dar respuesta a la cuestión de cómo adecuar a la legalidad la actividad de los servicios de inteligencia", afirma. "En Estados Unidos tenemos un conjunto de leyes que determinan qué pueden hacer y cómo. Aunque actúen fuera del país, siguen sujetos a la ley nacional y, desde luego, deben tener cuidado en respetar también las leyes de los demás países. No es que estén sometidos a ellas, pero sería absurdo descartarlas completamente".

Pregunta. Sin embargo, las leyes americanas prevén la realización de operaciones encubiertas en el extranjero. ¿También en países amigos de Estados Unidos?

Respuesta. La gente tiende a no creer lo que le digo, pero le aseguro que es la verdad: hoy día hay mucho menos de todo eso de lo que se piensa. Es una parte muy, muy pequeñita [de la actividad de los servicios secretos]. Se contempla como tan tremendamente contraproducente en potencia... Evidentemente, sigue siendo una capacidad que tienen, pero muy limitada, bajo una gran reglamentación. Ante actos terroristas, por ejemplo, puede hacerse una operación encubierta..., pero las operaciones que el público asocia con la última parte de los años sesenta ya no existen.

P. ¿Como la Irán-Contra?

R. En términos estrictos, Irán-Contra no era una operación encubierta. Era una iniciativa política, no de la CIA, sino de personas del Consejo de Seguridad Nacional. Cuando se descubrió lo que se había hecho, se realizó un esfuerzo para intentar colocarlo en un marco legal.

P. ¿Cómo es posible que un servicio tan potente como la CIA no fuera capaz de avisar sobre la disolución de la URSS?

R. Los servicios de inteligencia no pronostican, describen. Podían informar sobre la debilidad económica de la Unión Soviética, pero nadie podía saber que Gorbachov iba a adoptar decisiones tan dramáticas como las que tomó.

P. ¿Y qué explicación tienen errores más recientes, como el bombardeo de la Embajada china en Belgrado o de una fábrica de medicamentos en Sudán?

R. Sin hablar de estos dos casos, porque yo ya no estaba en la Agencia cuando se produjeron..., sí puedo decirle que, a fin de cuentas, ésta es una actividad que realizan seres humanos. Tras la guerra fría, todos los servicios, y la CIA en particular, sufrieron una reducción significativa de su personal, del orden del 30%. No le sorprenda que esta medida haya podido limitar la capacidad de ser tan cuidadosos como en el pasado. La conclusión es que el ser humano a veces comete errores.

P. Pero más que las personas fallaron los procedimientos.

R. En el caso de la Embajada china, lo que a mí me han hecho saber es que ese tipo de información se recopila muy de antemano... Lo que uno puede preguntarse es con qué frecuencia se renueva y cuándo se había revisado. Fue, evidentemente, un error trágico. En la guerra se habla de [bajas por] fuego amigo... [Lo que sucedió] se parece un poco a eso.

P. Usted tenía responsabilidades en la CIA durante la guerra del Golfo.

R. Sí.

P. La guerra se ganó, pero Sadam sigue en el poder.

R. Se tiende a otorgar a los servicios de inteligencia más capacidad de la que tienen. En aquella época, el apoyo para continuar la guerra era limitado. La decisión que se tomó tuvo en cuenta la situación interna estadounidense, pero también de otros miembros de la coalición. Aunque los servicios lo hubieran hecho mejor, no había voluntad política para seguir.

P. Irak acaba de probar un misil de medio alcance y hay programas balísticos en Corea del Norte, Irán o Libia. La respuesta de EE UU es el Sistema Nacional de Defensa Antimisiles, un paraguas que protegería su territorio, pero no Europa.

R. Le contesto a título personal. No ha habido ninguna decisión todavía para seguir adelante con ese programa. De hecho, el reciente fracaso de una prueba ha hecho que la cuestión se aplace hasta la siguiente Administración. Hay consideraciones técnicas que hay que tener en cuenta: viabilidad, coste... Los servicios de inteligencia tienen algo que aportar en esto. Cuál es la capacidad de algunos países, como los que ha citado..., pero también hay juicios políticos, y uno de ellos sería qué pasa con China, por ejemplo. Los chinos no son la amenaza para la que este sistema está diseñado, pero creen que pueden serlo y pueden adoptar alguna medida de respuesta, como mejorar su propio programa. Es un conjunto de factores complejos que habrá que sopesar muy cuidadosamente.

P. En todo caso, atentados como los que se produjeron en el metro de Tokio demuestran que no es necesario tener misiles para utilizar armas químicas.

R. En parte, es cierto. Los misiles no añaden mucho a las armas químicas y biológicas, que en sí mismas constituyen una amenaza. Pero sí permiten enviar a larga distancia un dispositivo nuclear.

P. La opinión pública europea está quizá más preocupada por la red Echelon, que permite la interceptación masiva de conversaciones privadas.

R. Conozco ese temor, y no está basado en hechos.

P. Pero la capacidad técnica existe.

R. Existe capacidad para muchas cosas que no se hacen.

P. ¿No podría EE UU compartir la red Echelon con sus otros aliados europeos, como ya lo hace con el Reino Unido?

R. Sé que se ha comentado mucho ese asunto en Europa y la opinión que hay al respecto. [Se dice] que la inteligencia estadounidense está haciendo espionaje industrial para ayudar a sus propias compañías.... Es de lo que estamos hablando...

P. De eso se trata.

R. No quiero menospreciar esas inquietudes, pero resultan absurdas. ¡Hay tanta información que recoger que eso sería una prioridad realmente menor! Además, es una actividad que no permite nuestra legislación. Incluso si quisiéramos hacerlo, legalmente no podríamos. Es poco práctico también desde otro punto de vista: nuestras corporaciones son tan multinacionales que ¿a qué empresa americana elegiríamos para compartir información? Son tres puntos importantes, pero el cuarto puede que sea el principal: a nuestras compañías no les interesa ese tipo de ayuda y nuestra gente no está formada para eso, sino para el tipo de preguntas que me ha hecho antes: tecnología de misiles, armas químicas y biológicas...

P. Lo que produce desconfianza es que haya un club de servicios secretos anglosajones al margen de los demás socios.

R. Es cierto que históricamente hemos tenido una relación más estrecha con algunos países que con otros, pero a veces se exageran estas relaciones, y hoy día compartimos información con un grupo mucho más amplio de aliados.

P. Internet plantea un reto a los servicios de inteligencia. Por una parte, puede ser un instrumento muy poderoso en manos de grupos criminales; por otra, se extiende el temor a la pérdida de la privacidad. Hace algunos meses, muchos internautas denunciaron que el programa Windows 98 tenía una clave, NSA, que permitía a dicha agencia acceder a los archivos personales.

R. Cualquier nueva tecnología es un desafío. El caso de Internet es como cuando llegó el teléfono. La ley no cambia necesariamente, la protección de la privacidad de los ciudadanos sigue ahí, pero hay unas circunstancias nuevas que tendremos que estudiar. En Estados Unidos, si puedo creer lo que leo en la prensa, la gente está llegando a la conclusión, a mi juicio correcta, de que lo que amenaza la privacidad no es tanto un Gobierno con regulación sino un sector privado sin regulación. La característica del Windows 98 que usted ha mencionado permitía que accediera a la información Microsoft, pero no la NSA. La NSA tiene leyes que le impiden hacer esto. Es el hermano pequeño, no el Gran Hermano.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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