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GENTE

LA REINA MADRE CELEBRA CON ORGULLO SUS 100 AÑOS

La reina madre brindó su peculiar saludo de mano a los miles de súbditos británicos, y turistas extranjeros, que se acercaron ayer a Londres para celebrar su centenario. Isabel Bowes-Lyon, viuda del rey Jorge VI, es el primer miembro de la casa real Windsor en cumplir 100 años de vida. Y lo hizo con estilo. Rechazó el brazo que le ofrecía su nieto favorito, Carlos de Gales, para caminar juntos hacia la muchedumbre. Ignoró una silla que los cortesanos habían instalado frente a Clarence House, su residencia londinense. Y a punto estuvo de prescindir del par de bastones que delatan su longevidad. Orgullosa de su salud de hierro, aguantó firme, bajo un tímido sol, los actos protocolarios y populares celebrados en su honor.Del cartero real, Tony Nichol, la bisabuela más querida del Reino recibió una misiva especial. La tarjeta de cumpleaños que la reina Isabel II envía a todos los súbditos al cumplir 100 años, una docena en esta ocasión. La dedicada a su madre venía firmada con un cariñoso "Lilibet", como llama la familia a la soberana. Cientos de felicitaciones más aguardaban en grandes sacos el momento propicio para leerlas y contestarlas. La centenaria Isabel tiene fama de responder a toda su correspondencia. Regalos tampoco faltaron como la rosa, bautizada Elizabeth, que le obsequió una mujer holandesa. O como la botella de cinco litros de champaña que los boguereros palaciegos arrastraron en carretilla, por las calles cerrradas al tráfico rodado, hasta la residencia oficial.

De Clarence House, la comitiva se dirigió al Palacio de Buckingham. Abuela y nieto recorrieron el corto trayecto en un coche descubierto tirado por caballos. Con un vestido celeste, sombrero a tono, y su eterna sonrisa, la reina madre observaba y saludaba a las masas. De las estimadas 40.000 personas que salieron a su paso, en una jornada especial que el Gobierno no quiso declarar fiesta nacional, un puñado acampaba en la calle desde la noche anterior. Buscaba una aventajada posición para no perder de vista la figura frágil, diminuta, de la reina madre.

Isabel fue protagonista, única y exclusiva. Incluso la reina tomó una segunda posición. Habituada a cubrirse la cabeza en público, la jefa del Estado y su hermana Margarita olvidaron esta vez los sombreros. Una estrategia orquestada, sin duda, de antemano y destinada a centrar la atención en la homenajeada, que salió al balcón del Palacio Buckingham con su tocado celeste. A las tres matriarcas se unió el resto de la familia: el duque de Edimburgo, sus hijos y nietos.

El público acompañó las notas de Cumpleaños feliz que tocó un regimiento de los guardas irlandeses. La reina madre sonreía y mantenía en secreto sus pensamientos. No dijo palabra, pero la emoción brotaba de sus ojos. Había asomado al balcón en innumerables ocasiones, pero rara vez disfrutó de tan caluroso espectáculo. La visión de una plaza abarrotada de gente, sus gritos de admiración y adoración, fueron quizá los mejores regalos para su ajetreada vida profesional y social. En palacio le aguardaba un almuerzo en familia y, por la noche, una visita a la Royal Opera House para presenciar una actuación del ballet Kirov.LOURDES GÓMEZ

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