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VERANO2000OFICIOS VERANIEGOS 'DISCJOCKEY' - Antonio Ruiz

La música de las noches de Marbella

Antonio Ruiz lleva la música en las venas. Hizo sus primeros pinitos como discjockey cuando apenas tenía 12 años. En aquella época "ganaba muy poco y trabajaba por amor al arte", pero ahora, ya consagrado en su profesión, las tornas han cambiado. Importantes salas de fiestas se disputan sus servicios, y su caché ha experimentado una subida considerable, reservada sólo a los mejores de la profesión (en algunos casos hasta 50.000 pesetas la hora)."El camino es duro, y hay que luchar y trabajar muchísimo", reconoce. Pero a sus 35 años es un hombre previsor, y ha invertido sus ganancias en varios negocios, uno de ellos el jingo bar, que se ha convertido en uno de los locales de copas más conocidos y frecuentado de toda la zona. Sin embargo, en verano Antonio deja el establecimiento en manos de su novia Marisa, y se va con la música a otra parte.

Presta sus servicios "en locales de nivel" o en "fiestas privadas", y suele trabajar "solo", aunque este año ha hecho una excepción y se turna en la cabina de la discoteca Olivia Valere con otro compañero. Recuerda con cariño que uno de los momentos más emocionantes de su vida fue cuando su padre, técnico de sonido ( "el ruido es de familia") al que nunca le había gustado que Antonio fuese discjockey, le dio un abrazo y le dijo: "hijo ahora ya lo has conseguido".

Hoy se ha convertido en maestro de discjockeys. Lleva tantos años en la profesión que los que empiezan lo toman como una referencia básica y acuden a él buscando consejo. La mayoría de los discjockey que pinchan discos en los locales de su zona se inició en la profesión como aprendiz de Antonio.

Sostiene que hay que ir adaptándose a los nuevos tiempos y "no quedarse nunca estancado en una historia". Según él, su trabajo "supone un esfuerzo mental grandísimo" para evitar que la pista se quede vacía, y requiere también de una "memoria impresionante" para acordarse de dónde está cada disco. "Terminas con el cerebro derretido, porque la responsabilidad de la sala es del discjockey, y los fallos no existen, te los tienes que quitar de la cabeza. La música hace la clientela, es todo", apunta convencido. Por este motivo, aclara que las peticiones que hace el público sólo hay que aceptarlas "cuando vienen a cuento o afectan a un grupo amplio".

Además es de los que piensan que se puede llevar una "vida normal" en esta profesión. Su experiencia lo demuestra: lleva 12 años con la misma pareja.

Cuando todo el mundo vuelva al trabajo después del veraneo, es cuando Marisa y Antonio se tomarán sus vacaciones particulares, "en un sitio tranquilo y sin discotecas". Se define como un romántico "con matices", y subraya que está "dispuesto a cambiar de profesión cuando encuentre un trabajo en el que gane lo mismo".

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