Circo americano
Mañana comienza en Filadelfia el gran circo de la política estadounidense, las convenciones de las que han de salir designados los candidatos de los dos grandes partidos, el Republicano y el Demócrata, a las elecciones de noviembre a la Casa Blanca. En esta ocasión habrá poco suspense. Las primarias han hecho ya el barrido, y George Bush jr. llega a la convención republicana como candidato único, con todo despejado, incluida la selección de su número dos, Richard Cheney. Con este ex secretario de Defensa y congresista -experiencia que le falta a Bush, gobernador de Tejas-, el hijo del que fuera presidente ha apostado por lo seguro, por un ticket que representa el establishment republicano en su quintaesencia. Despejando por adelantado todas estas incretidumbres, Bush le da una cierta capacidad de iniciativa a su rival demócrata, el actual vicepresidente, Al Gore, de poder elegir a su segundo, incluso intentando robar las portadas a la convención republicana, pero, sobre todo, buscando un equilibrio territorial e ideológico que le atraiga los muy necesitados votos.
Tras la republicana, a mediados de agosto se celebrará en Los Ángeles la convención demócrata. En ambas, el debate se habría de centrar ya no sobre los nombres, sino sobre los contenidos. En Filadelfia debe concretarse el mensaje del "conservadurismo compasivo" que han empezado a elaborar los republicanos, intentando alejarse de estridencias pasadas, que en 1996 no les dieron resultados en la carrera a la Casa Blanca, aunque sí en el Congreso, en sus dos cámaras, cuyo control está también en juego en noviembre.
El borrador de plataforma elaborado para la convención de Filadelfia propone más gastos en educación y sanidad; contiene guiños hacia las mujeres y los inmigrantes; renuncia a oficializar el inglés; pide más regulación mediamabiental, y ya no se dirige abiertamente contra el Estado, sino que ve la acción pública como complemento de los "ejércitos de compasión", es decir, de los movimientos de voluntarios y de las organizaciones caritativas. En resumen, y de momento, más suave que en 1996.
A estas alturas de la larga carrera, las encuestas suelen dar como vencedor a Bush. A diferencia de 1992, en que Ross Perot le robó votos conservadores a su padre y entonces presidente, frente a un Clinton que ganó por una de las mayorías más exiguas conseguidas nunca por un jefe del Ejecutivo en EE UU, esta vez no se espera gran éxito de la candidatura del ultraconservador Pat Buchanan. Sin embargo, la candidatura del verde Ralph Nader, proteccionista y antiglobalizador, puede robarle algunos votos decisivos a Gore. Pues si los demócratas cuentan con el récord de un crecimiento económico sin igual en la historia de EE UU, los beneficios de tal bonanza sólo han llegado tardíamente a las clases trabajadoras. En todo caso, la sociedad americana parece ya cansada de discriminaciones positivas hacia las minorías étnicas. Frente al conservadurismo compasivo de los republicanos, si quieren ganar, los demócratas habrán también de renovar su mensaje.
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