Las últimas horas de Juan Villalonga en Gran Vía
Los tres últimos días han sido los más amargos en la vida de Juan Villalonga, confesaba ayer uno de los íntimos del ya ex presidente de Telefónica. El mayor de los hijos de Pilar Navarro había volado desde EE UU en su GulfStream 4 convencido ya de que afrontaba su última semana al frente de la primera empresa española, pero dispuesto a dar batalla. Sus fuerzas y su ánimo se derrumbaron la tarde del mismo lunes, nada más conocer el fallecimiento de su madre en la Clínica La Luz de Madrid. A partir de ese momento, el orden de prioridades del aguerrido Villalonga cambio radicalmente. La familia es lo primero y no merece la pena tanto esfuerzo, pensó.
Tiró la toalla ante la presión del Gobierno y el núcleo duro de Telefónica. José María Mas, su hombre de confianza en esta crisis, recibió la orden de rendirse ante el BBVA y La Caixa, aunque alguno de los miembros del consejo todavía mostraran su intención de apoyar al presidente.
El triste fallecimiento de su madre le impidió acudir el martes por la mañana al acto que pondría colofón a su carrera -la firma de un convenio con el Instituto Cervantes- y fue uno de sus más estrechos colaboradores, Manuel García-Durán, quien se ocupó de leer el discurso preparado para el presidente. "Es importante el criterio de la política y la cooperación de las empresas con los gobernantes", afirma el texto.
En los tres últimos días, Villalonga se ha recluido en su despacho de la sede de Telefónica, en la Gran Vía de Madrid, donde jamás se ha sentido cómodo. Allí, pensando en retornar pronto a Miami (Florida, EE UU), el presidente de Telefónica ha preparado el traspaso de poderes junto a un grupo de íntimos: José María Mas, Luis Martín de Bustamante, José Antonio Ríos, y Antonio Viana.
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