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Crítica:GREC 2000TEATRO - TEATRO GARIBALDI DE PALERMO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al servicio del actor

La última cinta

I pensieri de Marianna Fiore L'ultimo nastro di Krapp

De Ruggero Guarini, a partir de James Joyce, y de Samuel Beckett.Teatro Garibaldi de Palermo. Dirección: Carlo Cecchi. Intérpretes: Iaia Forte y Carlo Cecchi. Escenografía: Titina Maselli. Iluminación: Andrea Narese. Teatre Lliure, Barcelona, 20 de julio.

Con textos de James Joyce y de Samuel Beckett y con la presencia de los actores que en Misura per misura interpretaban los papeles protagonistas -el Duque de Viena y la novicia Isabella- concluyó la presencia del Teatro Garibaldi di Palermo en Barcelona. Dos monólogos no precisamente fáciles de interpretar. Iaia Forte, en I pensieri de Marianna Fiore, y Carlo Cecchi, con L'último nastro di Krapp, mostraron un talento más que notable en un espectáculo que une a dos grandes maestros de la literatura del siglo XX. Samuel Beckett fue, además, secretario personal de James Joyce, lo que hace que unir ambas piezas tenga, aún, un mayor sentido.I pensieri de Marianna Fiore se basa en el Ulises de Joyce, adaptado a la realidad italiana e interpretado en una lengua que se impregna del acento del sur. Un monólogo interior que Iaia Forte interpreta tumbada en la cama, mientras su marido duerme plácidamente a su lado. Sabremos de los amores de Marianna Fiore, y otras cosas menudas, cotidianas, pasado, presente, pero lo que importa es cómo se encadenan los pensamientos en un hilo que discurre a saltos de un lado a otro.

Un monólogo pues, que revela el sentir de una mujer que se complace sensualmente para, de pronto, sobresaltarse o preocuparse por algún contratiempo. Y ahí está la dificultad del trabajo actoral, en ir resiguiendo los meandros sin que se rompa el hilo.

L'ultimo nastro de Krapp muestra a un personaje que, para dedicarse a escribir, lo ha abandonado todo, incluso a su amada. Una vez al año graba sus pensamientos en un magnetófono. El público asiste a los preparativos de la grabación de la última cinta, aunque antes Krapp escucha fragmentos de cintas de años anteriores. Lo que constata Krapp es el paso del tiempo, el contraste, el cambio, la desilusión, el fracaso. Carlo Cecchi no interpreta al pie de la letra las acotaciones de Beckett, siempre tan precisas, pero el resultado es espléndido. Mientras escucha, mientras graba, Cecchi-Krapp va transformando su rostro con maquillaje, envejeciéndolo: son los estragos de la vida.Ambas piezas han sido concebidas por el también director del montaje Carlo Cecchi como un díptico. Una escenografía giratoria muestra, en una cara, el lecho donde yacen Marianna Fiore y su marido: sobre el cabezal, una acumulación de objetos que son como una materialización de los pensamientos de la protagonista. En la otra cara, el despacho de Krapp, su mesa de trabajo, la silla, el magnetófono.

Un díptico que ha sido pensado, sobre todo, como lucimiento para actores. Y es ese lucimiento, la excesiva presencia del actor que se columpia en el texto, lo que quizá acabe lastrando el montaje.

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No acaba de verse, en cambio, la necesidad de unir a Beckett y Joyce, una buena idea de partida, sin duda, pero que es más una excusa escénica que una necesidad expresiva.

Dos buenos actores, en fin, para un espectáculo innecesario.

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