_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Principio

El origen de la ciencia moderna está en los flotadores con diseño de pato o de cocodrilo. Cuando el verano chamusca a los desertores de la ciudad, un palimpsesto ha salvado del olvido a Arquímedes. Un palimpsesto es un pergamino del que se ha borrado un texto, para escribir otro, en su lugar. Ahora, el papel se recicla en plantas industriales; pero en los monasterios de la Edad Media, los benedictinos empapaban el manuscrito en una cántara de leche, lo secaban y lo rebozaban con harina y mucha delicadeza, como si elaboraran rosquillas. Ese palimpsesto también ha salvado el principio que lleva el nombre de Arquímedes y a muchos bañistas. Y aunque la memoria es un pozo cegado por el vértigo, con Arquímedes no se juega. Si olvidas a Arquímedes, olvidas su principio; y si olvidas su principio, te puedes ahogar en las aguas del Mediterráneo. Arquímedes tenía el pensamiento geométrico y estampa de socorrista: cuando alguien se iba a pique, le voceaba su principio y lo ponía a flote. En todas las playas deberían levantarle una estatua, con una guirnalda de laurel y un neumático ciñéndole la cintura, por si acaso.Aquel sabio observó que cualquier cuerpo sumergido en un fluido recibía un fuerte impulso hacia la superficie. Y aunque no lo guió más interés que el de una corona, sí inspiró el gótico a los maestros canteros de Chartres, y el overbooking a los tour operadores y a los industriales del ramo. Muchos siglos después de su muerte, algunos poderosos, banqueros y presidentes de los consejos de administración, cuando se exhiben en público se inflan, como si pretendieran conjurar la posibilidad de su naufragio. Ignoran que poco antes de ser degollado por un pretoriano, Arquímedes había escrito: La ambición carece de conciencia y se hunde en la charca del más turbio instinto. Los invasores romanos al leer aquello, no perdieron el tiempo borrándolo, ni dándole baños de leche. Se limitaron a enviarlo, con los cadáveres de sus legionarios, al fondo de la bahía de Siracusa. Preservar así la posteridad de tanta insolencia, también es un aviso muy serio. Cuánto nos amaban aquellos héroes.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_