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Los violentos calcinan la farmacia de Raúl Guerra, miembro del Foro Ermua

La farmacia que regenta la familia del escritor y miembro del Foro Ermua Raúl Guerra Garrido en el barrio de Alza, en San Sebastián, resultó ayer completamente destruida por el fuego provocado tras haberse rociado el establecimiento con líquido inflamable en la madrugada de ayer. El atentado confirma un recrudecimiento de la violencia callejera estos días, en los que también han sido asaltadas la estación de EuskoTren en Rentería y la de Renfe en Tolosa.

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En tres años han sido tres los ataques dirigidos por los radicales contra la farmacia que regenta el escritor donostiarra Raúl Guerra Garrido junto a su esposa, Maite Espinosa, en el barrio de Alza de San Sebastián. Los anteriores, en 1998 y 1999 (un artefacto de escasa potencia y cócteles mólotov que no explotaron), resultaron fallidos. Pero el tercero ha sido definitivo: no se ha salvado nada del interior de la farmacia, cuyos productos médicos estallaron por efecto del fuego. La escena era desoladora. "Como si se tratara de una película de arte experimental", comentaba ayer con sarcasmo la esposa del escritor.La persecución contra Guerra Garrido, cuya posición pública como intelectual ha sido independiente, valiente y comprometida con la lucha por las libertades y la construcción de Euskadi desde los años de la transición, ha tenido tintes de saña y se ha intensificado en los dos últimos años tras su incorporación al Foro Ermua, varios de cuyos miembros han sido objeto de los ataques de la banda terrorista ETA y de los radicales. Entre ellos, su íntimo amigo el columnista José Luis López de Lacalle, asesinado el pasado 7 de mayo delante de su casa de Andoain, y el escultor Agustín Ibarrola, cuya obra El bosque de Oma fue destrozada.

Guerra Garrido vio ayer desaparecer su farmacia ante sus ojos, pasto de las llamas. Aunque sonó la alarma conectada con la policía, los bomberos nada pudieron hacer para salvar el establecimiento. Evitaron, eso sí, que la tragedia fuera mayor al lograr sofocar el fuego e impedir que se propagara a los pisos del inmueble de cuatro plantas. Los vecinos del edificio, en cuya fachada se percibe impresionante la huella negra del humo de la fechoría, tuvieron que ser desalojados. La conmoción que esto produjo en plena madrugada obligó a los servicios sanitarios a atender a varios de los vecinos con ataques de nervios. Las dos primeras plantas resultaron severamente dañadas.

Guerra Garrido y su esposa estaban ayer conmocionados, pero el atentado contra su negocio no les impuso el silencio. "Sabíamos que estábamos en el punto de mira. Y todo esto es un desastre, da mucho coraje porque te preguntas por qué y de qué te persiguen. Pero mientras lo podamos contar y lo podamos reconstruir...", comentaba Maite Espinosa. "Esto me recuerda la persecución nazi contra los judíos".

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Por su parte, el escritor declaró sentirse "harto". En un tono firme y severo se limitó a reconocer que "por fin lo han conseguido. Han destruido totalmente la farmacia después de dos intentos". Guerra Garrido sugirió con ironía: "Para más información deben dirigirse a los ejecutivos del Pacto de Estella. Ellos sabrán por qué, cuándo, dónde y, sobre todo, quién será el próximo".

El presidente del Foro Ermua, Vidal de Nicolás, abundó en esta idea: "El responsable de los atentados y los asesinatos es ETA", "pero el responsable de que los asesinos estén funcionando son los partidos nacionalistas que les dan cobijo y apoyo".

Los actos de violencia callejera (kale borroka) en Euskadi han experimentado un recrudecimiento en los últimos días. Además del atentado contra la farmacia del escritor, los violentos han atacado también dos estaciones ferroviarias, en Rentería y Tolosa, que utilizan a diario miles de pasajeros que realizan trayectos de cercanías. Su objetivo es el de dejar constancia con estas acciones de que existe un conflicto en Euskadi, para cuya percepción los radicales aplican su teoría de "socializar el sufrimiento". La noche del miércoles, unos encapuchados prendieron fuego a las instalaciones de la estación de Eusko Tren, en Rentería, y calcinaron las oficinas y las máquinas de venta automática de billetes. El daño causado se ha evaluado en unos 40 millones de pesetas. El jueves por la noche atacaron la estación de Renfe en Tolosa arrojando cócteles mólotov que destruyeron el mobiliario de la sala y las oficinas. El obispo de San Sebastián, Juan María Uriarte, acaba de alertar precisamente sobre la violencia callejera, un fenómeno a su juicio "preocupante", que corre el riesgo de convertirse en "crónico". El prelado considera que es expresión de la "incapacidad de digerir la disidencia política" por parte de sectores intolerantes y aboga por "apoyar y arropar" a las personas y grupos amenazados con "oposiciones netas" contra la violencia.

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