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Hipérbole y realidad en la economía

Joaquín Estefanía

Los datos de la inflación en junio (0,3%, 3,4% en tasa interanual) han bajado los humos a la política económica del Ejecutivo. Esa cifra, junto con otras manifestadas en Europa (por ejemplo, la alemana: un 0,6%), indican que el problema no está desaparecido. Tanto la oficina estadística comunitaria, Eurostat, como el Banco Central Europeo coinciden en el mismo diagnóstico de la coyuntura europea: altas tasas de crecimiento económico y repunte de los precios (ambas magnitudes revisadas al alza).El índice de precios es representativo no sólo en sí mismo, sino en relación al de los países con los que más nos entendemos. En este sentido, la inflación española es más preocupante. Si tuviéramos que pasar ahora los criterios de convergencia señalados en el Tratado de Maastricht, no solamente dejaríamos de cumplir el relacionado con la deuda (sobre el que se miró hacia otro lado), sino también el de inflación. La economía española es más sensible que las de nuestro alrededor a las subidas de precios en cuanto se produce un choque externo (los precios del petróleo) o interno (incremento de la demanda).

Para disminuir esa sensibilidad, los Gobiernos de Aznar han aprobado al menos cuatro grandes paquetes liberalizadores desde que ganó las elecciones en 1996. Todos ellos fueron vendidos a la opinión pública como hercúleas operaciones de liberalización para aumentar la competencia y limitar el poder de los oligopolios. El primero, a las pocas semanas de llegar a La Moncloa, fue calificado por sus propagandistas de otra "desamortización" como la de Mendizábal. El más reciente no necesitó la opinión de sus partidarios; fue el propio presidente de Gobierno, desde el exterior, el que dijo que se trataba del más importante paquete de medidas de liberalización desde el Plan de Estabilidad de 1959. Casi nada. Con esa soberbia opinión de sí mismo no es de extrañar que en una entrevista publicada en El Noticiero de las Ideas declare Aznar: "Los liberales estamos en plena forma y la historia ha dictado su veredicto a nuestro favor".

Lo mejor es no tener complejos, pero los paquetes liberalizadores han mostrado hasta el momento poco de sus virtudes antiinflacionarias. La letra pequeña del último, analizada las últimas semanas, muestra muchos signos intervencionistas... revestidos de liberalismo. Y los sectores más oligopolísticos siguen campando libres, haciendo bueno lo que decía Lamennais: "Donde hay fuertes y débiles, la libertad oprime y la ley libera". Algunos de los sectores afectados por tales medidas han señalado al sector de grandes superficies como el gran beneficiario de las mismas. Y por casualidad, una de esas grandes superficies, el grupo Carrefour, acaba de nombrar presidente no ejecutivo del mismo a Rafael Arias-Salgado, ministro hasta hace muy poco y hasta ahora diputado del Partido Popular. La coincidencia, sin duda desgraciada, recuerda que, además de la ética, hay que tener en cuenta la estética.

Mayor crecimiento, mayor inflación y equilibrio de las cuentas públicas. Los déficit presupuestarios, tan habituales desde los años setenta, están comenzando a desaparecer o devienen en superávit. Además, los Estados se están encontrando con otra fuente de ingresos que hace unas décadas era impredecible: el dinero que recaudan por intangibles como las subastas o concursos de las licencias de telefonía de tercera generación, las UMTS. ¿Se ha acabado en Europa, como en Estados Unidos, la crisis fiscal del Estado? Los economistas más ortodoxos exigen al Gobierno español un mayor esfuerzo y velocidad en liquidar el déficit público, casi inexistente. Entonces se entrará en otro debate: qué hacer con lo recaudado en exceso. Ello es lo que está sucediendo en Francia, como antes en el Reino Unido. Pero ésa es una discusión para otro día.

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