¿Vuelven los huevos de antaño?
Ochocientos parlamentarios reconquistan Covadonga mientras un borrascoso chófer de bigotito alardea de matón de cafetería
Lo más parecido a nuestra variada vida institucional, y a los eventos que acontecen en sus numerosos aledaños, es esa colección de estupendas comedias italianas de los sesenta y primeros setenta, de las que hace unos años la Mostra -cuando era la todavía la Mostra mediterránea y no una mixtura entre el gore y la modernidad del underground a lo Andy Warhol- ofreció una bonita retrospectiva. Es casi lo mismo, pero sin Sofia Loren ni Marcello Mastroianni, en el reparto, ni, menos todavía, Silvana Mangano, Alberto Sordi o Vittorio Gassman. Pero los personajes vienen a ser los mismos, un expectante mestizaje entre la picaresca española del siglo de oro y los cuentos de Boccaccio. Qué gran personaje para un guionista ese Salvador Gil, de más enjundia real que Severo Ochoa. El antiguo chófer de Zaplana y ahora introductor de embajadores en un oscuro refugio del Peñón de Ifach, noqueó a un jovencito en una trifulca tabernaria al prestigioso grito de "Usted no sabe con quien está hablando", puro eufemismo a la vista de la contundencia de sus argumentos, y ha sido condenado por ello ante los tribunales de justicia. Como es natural, y dadas las muy especiales relaciones del sujeto con el inquilino del Palau de la Generalitat, el asunto ha llegado a las Cortes Valencianas -que para algo, digo yo, deben estar-, y ahí se ha montado otra brillante escena de comedia italiana. La diputada socialista María Antonia Armengol sugiere que el asunto no está claro, el portavoz de Zaplana, Rafael Maluenda, responde aludiendo a la mezquindad de la oposición y a la, comillas, "bajeza moral que demuestra el PSOE en todas sus declaraciones", y concluye la faena recordando las sisas del partido opositor cuando gobierno y el asunto de los GAL, para rematar a lo grande vociferando algo así como que "esas circunstancias han caracterizado la actuación de los gobiernos socialistas". Ese tipo tiene un gran futuro parlamentario, aunque, es cierto, con menos salero que el Luis Ramallo de los buenos tiempos. Si esas escaramuzas parlamentarias, en las que el partido en el gobierno desdeña atenerse a las reglas de la buena educación, se producen a propósito de la conducta de un chófer ascendido en sus oscuras atribuciones, ya me dirán la que se puede montar aquí cuando se debatan los asuntos de envergadura que antes o después tendrán que salir a la luz pública.Casi al mismo tiempo, y en otro registro de una actitud bastante parecida, el gran Robert Wilson se deja caer por La Nau universitaria, observa el panorama, coloca una enorme pantalla como telón de fondo en el claustro recién rehabilitado y unas gradas imposibles para los espectadores desde las que apenas se ve nada a partir de la tercera fila y monta un homenaje a Bach con su equipo de siempre que resulta ser una tan auténtica obra de arte que espanta a un tercio del público en cada representación. La noche del estreno oficial no se llenó el recinto, Consuelo Ciscar llegó con su marido pisando los esmerados talones de Manolo Tarancón, y el equipo al completo de Moma Teatre, entre otras personas de criterio, abandonó el espectáculo a los veinte minutos de iniciada la actuación, en una actitud que jamás perdonarían en un crítico pero que ellos adoptaron bien porque hacía calor, bien porque nada esperaban ya de Robert Wilson que no hubieran hecho ellos, bien porque quisieran demostrar con esa espantada su independencia moral respecto de las subvenciones que reciben. Igual estaban molestos ante el rumor que atribuye a la compañía de Bob Wilson un estipendio de 80 quilos por hora y cuarto de espectáculo. La pregunta, sin embargo, es otra. ¿Para qué sirve a nuestras autoridades, quisiera yo saber, una producción de esta clase, si no es para salir en las fotos y figurar en los títulos de crédito de una creación escénica que terminará por no tener nada que ver con lo que se ofreció en su estreno mundial valenciano? Así que Robert Wilson vale lo que Yoko Ono para los responsables de nuestra cultura, es decir, nada y lo mismo en un disparadero de nombres de alcurnia a los que se ficha para que hagan aquí sus sesiones de precalentamiento. Y todo en inglés y sin subtítulos.
Por lo demás, pocas cosas de interés cuando el mes de julio dobla el espinazo. Cerca de mil parlamentarios del partido en el gobierno se reúnen en Covadonga para perpetuar la imborrable estela del pastor lusitano a favor de la nueva reconquista (hay que ver las jetas radiantes de Javier Arenas y Luis de Grandes para dar crédito, y Josemari de Aznar delegando), acaso el anuncio de una tercera transición que liquidará de una vez por todas los perniciosos efectos de la primera. Ajena a esa minucia de calendario vacacional, ETA alcanza sus últimos objetivos militares bombardeando mendigos y señoras de la limpieza en la céntrica madrugada madrileña, tal que Sáenz de Ynestrillas y su alegre muchachada de rapados cerebrales.
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