Un libro reúne más de 40 testimonios de víctimas de ETA
"Mi marido siempre tomaba precauciones con nosotros. Todavía hoy tengo y utilizo un detector de bombas que llevo puesto en mi coche y que tiene un mando a distancia. Cuando cojo el coche, acciono el mando, el coche se bambolea y si hay algún objeto extraño, lo expulsa por el traqueteo". Es el testimonio de la viuda de un policía nacional de San Sebastián que se suicidó hace cinco años. "Ya sé que no es lo mismo que te peguen un tiro o que te lo pegues tú, pero mi marido se quitó la vida a causa de la angustia de tantos años". La experiencia de esta mujer es una de las más de 40 que recoge el libro Contra el olvido, que presentó su autora, Cristina Cuestas, el pasado viernes en Barcelona, en un acto convocado por la Asociación por la Tolerancia. En esta recopilación de testimonios tienen voz los familiares de algunas de las víctimas directas de la organización terrorista ETA. "Soy ciudadana vasca y he intentado estar cerca de gente que, como yo, ha sufrido tanto y tan injustamente", explica Cuestas, hija de un delegado de Telefónica en Guipúzcoa que fue asesinado por ETA hace 18 años. "El libro es un intento de hacer una aproximación humana, ética y consciente a la verdad de una gente que sufre y alterna con aquellos que justifican los crímenes que sufrimos".
La autora, natural de San Sebastián, denuncia la pasividad de la sociedad vasca ante la violencia terrorista. "La gente ha negociado su miedo, ha buscado su salida personal mirando hacia otro lado y sin hablar de política", opina. "Sospecho que en mi propia familia hay gente que está pagando a ETA, pagando su salvoconducto por miedo", añade. Durante el acto de presentación, Cuestas recordó la reacción popular ante el asesinato del concejal del Partido Popular Miguel Ángel Blanco hace tres años. "¿Qué ha pasado con aquel arrebato? ¿Por qué no se ha mantenido?", se pregunta.
Hasta ahora, ya son más de 800 las víctimas mortales que se ha cobrado la organización terrorista desde el momento de su fundación. "A lo largo de estos 40 años se ha engendrado una sociedad enferma donde conviven víctimas y verdugos, y eso es lo que pone de relieve el libro a través de los herederos de las víctimas", opina el historiador Rafael Abella.
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