Un delicioso regalo
El último día de representación de La gatta Cenerentola no funcionó el sobretitulado, de modo que el público siguió la representación guiándose intuitivamente entre el napolitano, las acciones escénicas, las interpretaciones y los travestismos, el vestuario cómico y espléndido, el decorado sucinto y efectivo, y la música a veces popular, otras renacentista, otras contemporánea. Casi mejor, después de la pésima experiencia de Txevengur, el rompecuellos de mirar a lo alto y tratar de ligar las palabras mirando con el rabillo del ojo hacia lo que sucedía en escena. A fin de cuentas, el buen teatro es el que se disfruta, y mucho, sin entender palabra. Es lo que ocurrió con esa delicia absoluta que sigue, en ambiente napolitano, el cuento original de La Cenicienta, que Gianbattista Basile incluyó en su Pentamerone (versión anterior a las de Perrault y de los hermanos Grimm). La gatta Cenerentola es la opereta llevada a escena (adaptación, música, dirección escénica) por Roberto de Simone y por un equipo de excelentes cómicos y cantantes.Más o menos, la acción es la misma. La madrastra, las hermanas, la pobre Cenicienta que no puede ir al baile que el rey ofrece con la intención de encontrar esposa, el hada, más bien bruja, que se le aparece y la viste con lujo con la condición única de que no debe regresar después de las doce y, zas, al tercer día la Cenicienta se olvida y pierde el zapato. La acción es la misma, pero el tono, eso ya es otra cosa. La madrastra y las hermanastras las interpretan hombres, feos, narigudos, repintados, desternillantes, que, cuando cantan, lo hacen en falsete, y que gesticulan como mocetonas napolitanas, de firmeza hombruna y sensualidad carnal. La madrastra es, por sí misma, un poema. Y la más mala de las hermanastras la interpreta un actor que, con los ricillos rubios y la sonrisa traviesa, recuerda al mudo de los hermanos Marx, un regalo.
La gatta Cenerentola
Adaptación, dirección escénica y música: Roberto de Simone. Dirección de orquesta: Domenico Virgili. Escenografía: Mauro Carosi. Vestuario: Odette Nicoletti. Intérpretes: Luigi Viancardi, Fiorenza Calogero, Simonetta Cartia, Raffaello Concerso, Gianni de Feo, Pina Giarmana, Giulio Liguori, Giovanni Mauriello, Guiseppe Parisi, Tamara Pintus, Maria Grazia Schiavo, Filippo Sica, Angelo Smimmo, Anna Grazia Spagnuolo, Patrizia Spinosi, Virgilio Villani. Orquesta: Antonio Bifulco, Michele Bone, Roberto Carbonara, Antonio Castaldo, Marco Corsini, Giuseppe Colandrea, Ferdinando de Simone, Gennaro Desiderio, Adolfo Gianluca Falasca, Stefano Jorio, Edigio Napolitano, Michele Papandrea, Gianluca Pezzino, Antonio Proto, Antonio Romano, Giuseppe Scala, Alessandro Vuolo. Mercat de les Flors. Barcelona, 13 de julio.
Qué imaginación, riquísima, en el vestuario, en las pelucas ridículas, qué bien puestos los adornos al servicio del cuento, como ilustraciones satíricas donde la maldad y la bondad son menos ejemplares, más humanas, que en las versiones del cuento que se han hecho famosas. Qué hermosura de falos dorados calzan los briosos galanes emergiendo de sus calzas rojas. Todo es divertimento, y la música no hace más que recrear una época. No hay grandes voces, pero sí dan una idea de lo que pudo ser en otro tiempo la opereta, al servicio del público, tanto o más actores cómicos que voces bien moduladas. Teatro lleno, por suerte el boca-oreja funciona bien en esta ciudad.
No grandes carcajadas, pero sí risillas sueltas cada vez que alguien reparaba en un detalle cómico de los que la versión esta llena. El rezo del rosario, sin ir más lejos. Un entretenimiento sencillamente delicioso, un trabajo ejemplar del que podríamos sacar muy buenas lecciones por la proximidad en gustos y temperamento.
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