El Teatre Lliure apremia a las instituciones a desbloquear su traslado a la nueva sede
Caras largas y decorado povera -nunca se han visto las paredes del teatro de Gràcia tan desconchadas ni el parqué del suelo tan rayado- para presentar, ayer, la próxima temporada del Teatre Lliure. Para ser precisos, un trozo de la temporada, hasta diciembre sólo, pues lo que será del colectivo más allá, afirmaron sus responsables, es una pura incógnita. Bloqueados en su sede histórica, con las obras de la nueva sin acabar, sin conocer de qué medios económicos dispondrán para el traslado y para hacer funcionar el nuevo teatro, sin saber cómo se engarzará en la proyectada Ciutat del Teatre, los miembros del Lliure miran hacia el futuro con aprensión y, cada vez más, con el ceño fruncido. Los directores del teatro apremiaron ayer a las instituciones a desbloquear el traslado. Desde el Ayuntamiento de Barcelona se les pidió tranquilidad.
La somera programación del Lliure comprende un montaje de La Porta de ballets de Brossa; Las manos, del grupo de Madrid Cuarta Pared; un espectáculo de Joan Baixas a partir de la obra de Antonio Saura, un programa de versiones jazzísticas de piezas de Sondheim a cargo de la orquesta del Lliure y Nascuts culpables, un montaje de los valencianos Moma Teatre sobre testimonios de hijos de jerarcas nazis. El acto de presentación de temporada en el Lliure llegaba cargado de malos augurios. Corría el rumor incluso de que los actuales directores, Lluís Pasqual y Guillem-Jordi Graells, dimitirían y abrirían una crisis de consecuencias imprevisibles. La cosa no llegó a tanto, pero hubo una fuerte presión a las administraciones, especialmente al Ayuntamiento de Barcelona. Pasqual llegó a decir que da de plazo para que se despeje el panorama hasta fin de año, y luego, manifestó: "Tengo ganas de hacer teatro y si no es aquí, será en otra parte". Por su parte, Graells se lanzó a una espiral de quejas y denuncias que le llevó a rozar la teoría conspiratoria: "Algunos responsables políticos piensan que si el Lliure se va a la mierda habría dos semanas de lío y ya está, se acabaría el asunto; quizá ya incluso se están preparando para ello".
El Lliure debía haber recibido las llaves de su nueva sede -en el Palau de l'Agricultura- el pasado 30 de mayo, pero, explicaron Pasqual y Graells, se ha producido un retraso en la entrega de la obra por problemas con la empresa constructora. Los directores no quisieron dar nueva fecha, vista la experiencia, pero estiman que el edificio puede estar listo para entrar en él a finales de año. Sin embargo, lo grave es, señalaron, que ni con la nueva sede acabada podrían trasladarse tal como están las cosas, pues no tienen, denunciaron, dinero para efectuar el cambio, poner en funcionamiento el nuevo teatro, de dimensiones mucho mayores, y acometer allí una actividad regular. De momento sólo cuentan con los medios para hacer funcionar la pequeña sala de Gràcia, y a duras penas, dijeron. El tiempo pasa y las instituciones que subvencionan al Lliure, que han pagado -en diferentes proporciones- la construcción y el acondicionamiento de la nueva sede y que forman parte de la Fundación Teatre Lliure (Ayuntamiento de Barcelona, Diputación de Barcelona, Generalitat y Gobierno central), no dan, deploraron, el paso de ajustar sus aportaciones a la nueva realidad y necesidades del Lliure. En esa tesitura, subrayó Pasqual, es imposible plantearse el futuro, encargar producciones o contratar el personal necesario para hacer funcionar el nuevo Lliure. El director ilustró el problema de manera muy gráfica: "Con los actuales medios económicos no podemos ni contratar la luz del Palau de l'Agricultura". Pasqual y Graells cuantificaron en 800 millones de pesetas el coste de una temporada de transición (con sólo cuatro meses de actividad pública) en la nueva sede, y en 1.200 una a plena actividad.
Los responsables del teatro hacen especialmente responsable de la situación de estancamiento al Ayuntamiento de Barcelona, y concretamente al concejal de Cultura, Ferran Mascarell, a quien acusaron de manera más o menos velada de entorpecer los planes del Lliure. Pasqual y Graells recordaron el compromiso del alcalde Joan Clos el pasado febrero de que el nuevo Lliure se inaugurará por la Mercè de 2001, pero advirtieron: "¿Cómo vamos a llegar al Palau de l'Agricultura, con qué dinero, con qué personal? El tiempo pasa, y los presupuestos de las administraciones se cierran y no sabemos si vamos a disponer de dinero para la nueva etapa. Se está haciendo un teatro de 4.600 millones de pesetas y sus usuarios no sabemos qué carta habremos de jugar". Graells, no obstante, apuntó que si existe voluntad política todo se puede hacer: "Cómo se podría, si no, comprar Tibidabos", señaló.
Pasqual y Graells dieron la impresión de que la lucha por el nuevo Lliure se ha hecho tan prioritaria que la cuestión de la Ciutat del Teatre en la que ha de encajarse el nuevo equipamiento ha pasado a segundo término, aunque Pasqual no dejó de romper una lanza por su proyecto -que propone una gestión global del conjunto que formarían de Institut del Teatre, el Lliure y el Mercat de les Flors - recordando que Clos dio su aprobación total al mismo. El director dijo que no entiende cómo parece que esa aprobación -que dijo que le sorprendió a él mismo- no se hubiera producido. Señaló, así, "contradicciones" entre el alcalde y otros representantes del Ayuntamiento, en referencia a Mascarell. Denunció que las resoluciones sobre la Ciutat del Teatre no se llevan a la práctica con la celeridad debida y, por ejemplo, no está operativo el consorcio, que ya ha sido aprobado por los plenos del Ayuntamiento y la Diputación. Pasqual reveló que la semana pasada se reunió con Clos y éste "se quedó bastante parado" al escuchar sus quejas: "El alcalde tenía el convencimiento de que el asunto de la Ciutat del Teatre avanzaba a nuestra satisfacción".
A fin de mes habrá contrato programa, dice Mascarell
El concejal de Cultura, Ferran Mascarell, afirmó ayer que los responsables del Lliure tendrán ante sí una propuesta de contrato programa "antes del próximo día 31". Mascarell juzgó la intranquilidad del colectivo "lógica" y "propia de una etapa de cambio", aunque matizó que la intranquilidad también obedece a "cuestiones de dinámica interna". En todo caso, "es un sentimiento no externizable y que nosotros no tenemos", agregó. Mascarell señaló: "Nosotros sabemos que este otoño se inaugurará el nuevo Institut del Teatre y que el año que viene, en septiembre, lo hará el nuevo Lliure, si todo sigue su curso normal y la Fundación Teatre Lliure -que es la responsable de dirigir las obras- es capaz de ponerlo en marcha. Para la temporada 2002-2003 se prevé que la Ciutat del Teatre funcione urbanísticamente como un todo. Intranquilidad, por tanto, nosotros ninguna, aunque nos sorprende y preocupa la tensión con que algunas personas del Lliure -más que el Lliure como un todo- viven este proceso. Deberían estar contentos ante la realidad magnífica que se avecina". De los medios económicos, Mascarell recordó que el Lliure "tiene hasta ahora garantizados para el año próximo, como mínimo, los 200 millones habituales". Y dijo que el colectivo "no tiene ninguna realidad distinta a la que hacer frente hasta septiembre". Subrayó que los presupuestos del 2001 "no se aprueban cuando ellos creen, sino en otoño". Y advirtió: "No intentemos que otros pasen por nuestro agujero".
Mascarell destacó que el del Lliure es un caso al que se le presta "excepcional atención" desde el Ayuntamiento, y pidió a los responsables del teatro "más tranquilidad" y "profesionalidad " para facilitar el traslado. De las cifras presentadas por el Lliure dijo que los 1.200 millones de pesetas le parecen verosímiles "siempre que se indique cuántos millones serán de patrocinio, cuántos generará el Lliure, etcétera". En cuanto a que se focalicen en él las críticas, lo calificó de injusto.
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