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TOUR 2000 11ª etapa

Al son de la dialéctica Kelme-Banesto

Nueva victoria del holandés Dekker, fugado con el colombiano Botero

Carlos Arribas

También los asuntos menores, y no sólo la lucha por la victoria final, pueden mover el Tour. Pongamos, por ejemplo, una etapa como la de ayer, más de traslado que de transición, larga porque el Tour tiene prisa por llegar a los Alpes (hoy, día de descanso, se producirá el gran traslado hacia las montañas; mañana, nada más levantarse, a por el Mont Ventoux), y pesada porque el Tour, un organismo de digestiones lentas, tenía que asimilar todo lo ocurrido la víspera en la milagrosa subida de Hautacam. Una etapa de resaca, vamos. Lo normal habría sido que en el descenso de los Pirineos hacia Revel (218 kilómetros puntuados por seis puertecillos de tercera y cuarta), los protagonistas hubieran sido aquellos listos que la víspera se reservaron, aquellos equipos que poco tienen que decir en los días a venir. Vendría a ser algo así como el día de los desheredados. Los grandes, a descansar. Pura teoría.Otro tipo de consideraciones se infiltraron en las voluntades, los asuntos menores, que se dice, y allí los tuvimos, al Kelme y al Banesto, otra vez de guionistas, como el día anterior. Pese a que la victoria de etapa fuera para el holandés Erik Dekker (sí, el rey de las escapadas: la primera vez, en Vitré, le capturaron a 450 metros de la meta; la segunda, el sábado en Villeneuve, llegó solo; ayer, en Revel, llegó acompañado, pero con fuerza para ganar también: tercer triunfo del Rabobank este Tour), de nuevo el Kelme sacó ventaja a los de Unzue. De nuevo hubo mecanismo acción-reacción: una dialéctica que promete y que se supone irá aumentando de tono según se vayan subiendo más montañas. Otra vez se echaron a pelear algunos de los protagonistas de la víspera: Botero, el excelente chico para todo del Kelme; Mancebo, el abulense que luce el maillot blanco de líder de los jóvenes. No sólo de Armstrong y de sus deseos y necesidades vivirá el Tour.

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El asunto se llama general por equipos, una clasificación a la que sólo se suele prestar atención la última semana, cuando jerarquías de mayor enjundia ya están resueltas y los directores gastan sus energías tácticas en pergeñar diferentes escenarios tácticos. Después de lo de Hautacam, el Rabobank, que vive de todas sus escapadas triunfales de la primera semana, se mantuvo líder. Detrás el Banesto, y más atrás, el sexto, a más de 11 minutos, el Kelme. No se sabe si eso lo tenían ayer en la cabeza todos los actores al principio, pero allí estaban: Dekker (Rabobank) atacó en el kilómetro 15; Botero, el vigilante del Kelme, se le unió enseguida. El hombre del Banesto en la historia, Txente García Acosta, no lo logró. Escapada en dúo que no tardó en consolidarse y alcanzar su ventaja máxima (14.55m en el kilómetro 158, a 60 de la meta). El pelotón hasta entonces, tranquilo rodar al ritmo de mantenimiento del US Postal. Demasiado lento para el Banesto, que ve peligrar sus aspiraciones a la clasificación por equipos. A 40 kilómetros de la meta, los de Unzue pasan delante. Comienza una nueva etapa.

Como alma que lleva el diablo lanzó el Banesto la carrera. Txente, Arrieta, Orlando, Baranowski, Mancebo, Odriozola, todos tiran, relevos cortos, velocidad mantenida. Bajo su impulso, y castigado también por el viento lateral, el pelotón se deshace. Se rompe en grupos diversos. Ningún favorito pierde tiempo, pero todos corren sin respirar. Al final, ya fatigados, también los del Banesto respiran. Han reducido a menos de ocho minutos la ventaja y ya se pueden dar por satisfechos. Vicente Belda, el explosivo director del Kelme, está que revienta. No entiende por qué el Banesto se mete en sus asuntos. Otros también observan la escena desconcertados. El pelotón, roto y trabajado, dicen, en una etapa que tendría que haber sido de reposo. Están locos estos españoles y sus dialécticas.

Pero no fue todo un asunto hispano-español. Por allí anduvo también metido un maltés de Hong Kong con alma escocesa y residencia en Biarritz. David Millar, el halcón maltés, el primer líder del Tour, ha convertido al maillot blanco de joven en objeto de sus sueños. No parará hasta conseguirlo. Llegada la última cuesta de tercera, a cinco kilómetros de meta, se lanzó a desestabilizar a Mancebo, pero éste estuvo atento. Otro corte por delante. Otro grupo trabajado. Menudo día de resaca.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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