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TOUR 2000 Décima etapa

El Tour de los españoles

Carlos Arribas

Los dos coches estaban pegaditos en la línea de meta. Dos Fiat Marea iguales, como dos gotas de agua si no fuera por las pegatinas. Y por las caras de sus ocupantes. Uno era el coche del ONCE, con Manolo Saiz y Abraham Olano dentro. El otro, el del Banesto, con Eusebio Unzue en el asiento de delante, preparándose un bocadillo de chorizo. Y José Miguel Echávarri, de pie, dando botes, al lado. Alegría. Son dos de las caras del ciclismo español de ayer. Otra la ofrecía Juan Fernández, que aunque su equipo sea francés, también tiene a Beloki, ayer protagonista bueno, y a Casero también; y el Mapei del Beltrán que recordó al alegre jiennense del 97, el que le marcaba el ritmo a Olano. La más jubilosa, claro, era la del Kelme, a quienes les había caído un triunfo de etapa, quienes también habían sido protagonistas con Heras y Escartín. No, no es la Vuelta a España, aunque el maillot de lunares de rey de la montaña lo vista Otxoa, y el blanco de joven le haya pasado a los hombros de Mancebo, aunque entre los 20 primeros de la clasificación general haya nueve españoles; aunque entre los 11 primeros de la etapa entraran siete españoles. No, no, es el Tour que acaba de vivir su primer día decisivo.Y allí estaban, Saiz y Echávarri, el reverso del reverso de la moneda de la contrarreloj de Saint Nazaire. Había diferentes estados de ánimo, pero no por ello resquemores ni dudas. "No, claro que no me arrepiento de haber cedido el maillot amarillo de Jalabert el otro día: tres días más de amarillo no habrían cambiado el Tour del ONCE", dice Saiz. "Sería como arrepentirme de la preparación que hemos llevado, del riesgo que corrimos concentrándonos en lugar de competir en mayo y junio".

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Echávarri, él, no olvidaba la contrarreloj de Saint Nazaire, aunque no quería ponerse en la piel del que calcula qué habría pasado si Zülle no hubiera perdido cuatro minutos. No. Echávarri, no lo olvidaba pero no quería pensar en ello.

Echávarri, veterano director, el hombre más Tour que haya en el mundo, seis victorias, Delgado, Arroyo, Induráin entre sus manos, ese Echávarri al que todos piden unas gotas de filosofía ciclista todos los días, estaba feliz porque Mancebo, su Mancebo, la niña de sus ojos, había hecho una gran etapa, le había preguntado al Tour si le amaba un año más y la respuesta había vuelto a ser sí. "Es la mejor noticia", dice. "Mancebo ha confirmado todo". Y enseña su teléfono móvil. Un mensaje. "Me lo envió Paquito cuando le felicité por su victoria en el Peyresourde, en la ruta del Sur. Mira lo que dice: 'Gracias por la felicitación. Espero poderte dar más motivos cuanto antes'. Y mira qué pronto lo ha hecho". Sí, estaba feliz con el Tour, por primera vez en bastante tiempo, Echávarri. "Y al final yo tenía razón: El Tour de 2000 será blanco para el Banesto". Claro Mancebo viste el maillot blanco. El mejor joven. Una prenda que no piensa devolver.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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