_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Arzalluz o la Kournikova

ENRIQUE MOCHALESEs mi deseo no hacer nada este verano, nada de fatigoso, nada más que remolonear tirado bajo la sombra del techo, que para palmeras no me llega, mientras veo en la televisión por cable alquilada al efecto todos y cada uno de los partidos de la Kournikova. ¡Dios santo, qué maneras, qué saque, qué resto! Todo lo tiene esta chica para el tenis, y mis ojos pelotean cuando sigo su grácil figura por la pista. Y de pronto, cambio de canal y veo a Arzalluz, con la vena de la frente hinchada y el rostro enrojecido, arrebolado en la soflama. Y aquí es cuando planteo, en un delirio surrealista, la pregunta del millón de dólares: ¿puede Arzalluz competir con la Kournikova en audiencia?

Por estas fechas, en las que yo no tengo posibilidad de irme de vacaciones, el hijo de una amiga mía se ha ido a Inglaterra un tanto obligado por las circunstancias, y me ha dicho que le grabe las cintas de los partidos de su musa. Por estos días muchas madres mandan a sus hijos a Gran Bretaña, porque en su país de origen los chavales no obtienen todo el éxito académico que fuera de desear. La consigna es: "Este verano te vas a Londres a trabajar y aprender inglés", y ahí van los chavales, por tierra, mar y aire, prestos a servir pizzas. Gran epopeya la suya, que han de sufrir penalidades gastronómicas, que han de hacer camas en el hotel cuando era mamá la que siempre se encargaba de eso, que han de lavarse la ropa y hacer encima sus tareas de inglés, mientras que otros van, sencillamente, a estudiar o pasarlo bien.

-Por favor, grábame lo de la Kournikova -me dijo el chaval-. Ya veré los partidos cuando vuelva.

Y ahí le tenemos al muchacho vasco buscándose la vida en Londres, hasta que al final consigue el piso, el trabajo en el pub o en la pizzería, se hace con las ayudas necesarias, ve el ambiente, examina lo que hace la gente, y se dice a sí mismo que ha de comprarse una bicicleta, para ir rápido sin consumir, ni polucionar, ya que sus piernas se lo permiten. Una vieja y humilde bicicleta de segunda mano que le llevará volando por las animadas calles, hasta el centro de toda sabiduría: el pub.

Suprema aventura de la existencia es esta de emigrar a otro país, aunque sólo sea momentáneamente, aunque solo sea por un tiempo corto. De estas experiencias singulares se conservan recuerdos que nunca se borrarán del todo de la mente del joven temporero. Como últimamente me he comprado un grabador de conferencias, me decido a entrevistar al muchacho telefónicamente -por qué no entrevistar a un chaval que se ha ido a Inglaterra a trabajar- pidiéndole unas impresiones generales de su viaje.

-Esto está bien -me dice -. Hay bastantes ayudas para la juventud, se respira un ambiente abierto. Se encuentra trabajo. Esto es bastante civilizado. Además, desde aquí me estoy viendo todos los partidos de la Kournikova, que incluso los tienen grabados.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

De pronto, me doy cuenta de que Arzalluz aún sigue en la pantalla del televisor. ¡Arzalluz ha ganado a la Kournikova en mi monitor! ¡No es posible! Esto empieza a preocuparme. ¿Será el glamour de Arzalluz tan superior al de la tenista?

-Entonces, ¿seguro que estás bien? -le interrogo-. ¿Estás dejando bien alta la ikurriña?

-¿Cómo dices? -me pregunta.

-Que si estás dejando bien alta la ikurriña.

-Ah, sí -dice el chaval, un tanto confundido-. La ikurriña. Sí, claro.

Y entonces me doy cuenta de que algo falla. Uno de los dos, o él o yo, estamos en otro mundo, y sospecho que tal vez pueda ser yo. Nuestra conversación telefónica se ha convertido en una especie de torre de Babel. He olvidado que el chaval no está en nuestro registro, en nuestro universo, en nuestro plano nacional de cada día. No ve las caras que nosotros vemos diariamente en el televisor. No ve a Arzalluz. Prefiere a la Kournikova. Y la verdad es que no me extraña nada. Así que me despido de él, cuelgo el teléfono, y cambio de canal.

Afortunadamente la Kournikova continúa saltando y raqueteando, ajena a todo, como yo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_