Los favoritos llegan a la montaña con un máximo de seis minutos entre sí
A tope, sin reservar nada
En las faldas del Marie-Blanque hay este mediodía una parrilla virtual esperando al pelotón. Igual que en el mundo del motor, sólo que en el caso que nos trae no hay maquinaria. Sólo piernas fibrosas, bronceadas y depiladas, platos, cadenas y dientes. El primer puesto, la pole dirían en el circuito de Montecarlo, lo tiene Laurent Jalabert. Aunque perdió el liderato en un visto y no visto, todavía le quedan ganancias de la contrarreloj por equipos. Es el líder imaginario, desde su decimocuarto puesto actual. Por detrás, le siguen todos los favoritos en un margen de hasta seis minutos.La clasificación particular entre quienes se deben jugar el Tour está diseñada más en función de los equipos que de los propios líderes. Quienes tienen a sus espaldas buenos rodadores parten con ventaja. De modo que no es extraño encontrar adelante a Armstrong (pierde sólo 14 segundos con Jalabert) y Ullrich (cede 57). En un terreno intermedio parten Vandenbroucke (3.26) y Zülle (4.19). Los escaladores entran desde la cola: Pantani (5.26), Virenque (5.46), Jiménez (6.00), Heras (6.15) y, el farolillo rojo Escartín (6.16), desde su redonda posición número 100. ¿Desequilibrio de partida? Sí. Y también una razón para que empiece el espectáculo en los Pirineos -el Pirineo, se precisa estos días-.
Esto es, y éste puede considerarse otro motivo para la batalla, los Pirineos se reducen este año a una sola etapa. Si alguien quiere salir de esta cordillera con una mejor clasificación, sólo un día. Este año no hay tanteo posible. "Perfecto", dicen todos los directores, sacando pecho. "Mi corredor llega este año al Tour mejor que nunca". Frase muy repetida. Y tanto. De hecho, nadie dice estar peor. Ni siquiera igual. ¿Será cierto?
De todos, quien más razón ha dado a su director es Armstrong. Fue el mejor en la primera contrarreloj de Futuroscope. Ha llegado a tope, sin reservar nada. A él le apuntan todos cuando hay que señalar a un candidato para atacar. La estrategia es fácil. Se trata de repetir la del año pasado, en que llegó el primer día montañoso (con final en Sestriere) y destrozó el Tour. Había empezado la etapa primero, y la acabó campeón. Sólo le aguantaron Zülle (a 31 segundos) y Escartín (a 1.26). Pero en la general nadie se le asomó. Fue la etapa en la que Olano se colocó segundo, a más de seis minutos. Johan Bruyneel, el director de Armstrong, se desprende de esos recuerdos. No le gusta que le apunten. "Hay cierto miedo a los Alpes. Lo ideal sería que todos lleguen juntos a Hautacam", dice y nadie se lo cree.A Pantani también le miran. Más que nada porque le han visto poco últimamente. Un día en los Alpes del Giro -en una etapa cuyo recorrido se repetirá en el Tour, el Izoard, recuerden- y poco más. Y los demás se deben mover por la lógica. Al Kelme no le queda otro remedio que buscar vías para recuperar la desventaja de seis minutos. Al ONCE, resistir. Al Banesto y Virenque, atacar. ¿Y Ullrich? Sigue escondido. Él, al contrario que Armstrong, prefiere ir exigiendo más a la carrera según se acerca el final, no dar el zarpazo al principio y luego administrar. Total, una decena de formas de pensar. Una decena de estrategias. Y sólo una se puede ejecutar. ¿Cuál? La respuesta la tienen Marie-Blanque, Aubisque y Hautacam, la trinidad pirenaica.
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