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"¿Dónde están las otras?"

El futuro ya es un privilegio. Los padres de los heridos de Golmayo habían salido de Barcelona a las 19.30 del jueves sin saber si sus hijos estaban vivos o no, y tuvieron la suerte de acabar en el hospital de Soria y no el antiguo campo de fútbol de Los Pajaritos. Era una buena señal: en un sitio había sólo heridos, quirófanos, esperanza de vida. En el otro, 27 ataúdes.El futuro es un privilegio, pero también planteará problemas. En un colegio de 400 personas se conoce todo el mundo: que mueran tantos chicos de una misma clase es una catástrofe generacional. Son sólo 28 por aula. "Éramos todos amigos", repiten algunos de los 11 supervivientes, cuyo estado de salud mejoró mucho ayer. La mayoría ya hablaba. Y lo primero que hicieron, al menos dos chicas, Zoila y Marta, de 14 años, fue preguntar "dónde están las otras", sus amigas. "Como tú, en el hospital", les respondían. Se tranquilizaban. Pero eran puras mentiras. Las dos mejores amigas de Zoila están muertas, aunque ella no lo sabe. Familiares de Marta dicen que están "todas muertas", y se vuelven a echar a llorar, otra vez más, cuando se ponen a pensar en el dolor que pasará la niña antes de asimilar un vacío así. Eso, olvidándose por un momento de que está en la UCI con serias lesiones en la cabeza y la espalda. La van a tener que llevar a un hospital de Cataluña en helicóptero.

Al padre de Zoila, Pedro, todavía no se le ha quitado la cara de susto. Pero se siente tan aliviado que presume de que su hija "es fuerte" y lo superará. Lo que ya no se atreve a pronosticar es en cuánto tiempo. Su hija "ha vuelto a nacer, con 14 años. La había perdido, y ha vuelto a nacer". Estupefacto, admirado, triste pero ilusionado, pasea su mirada perdida por el sueño y la tensión acumulada en el vestíbulo de un hotel silencioso donde lo que más hay son periodistas y médicos.

Ninguno había vivido algo así. "Ni parecido". "Es que no os lo podéis imaginar", susurran. Se refieren a las horas de angustia en el autobús que les enfrentaría con el destino en Soria, a las graves heridas de los hijos, a los amigos muertos, a los hijos de amigos muertos... Lo que sí se ahorraron fueron los sollozos desgarradores de las madres que adivinaban sus apellidos en la lista de los fallecidos, en la madrugada de ayer. En el entierro de los amigos, por la mañana, estuvieron detrás, en un segundo plano, separados por unos metros de hierba de los padres que se habían quedado sin el hijo "ya prácticamente criado", dándoles el apoyo que podían, casi con disimulo. Porque el azar y la tragedia se habían unido de forma cruel y arbitraria para llevarse de esta vida a una veintena de adolescentes que habían salido de su casa camino de unas vacaciones.

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