La condecoración más amarga
De luto riguroso, flanqueada por sus dos hijas y con una mezcla de abatimiento y enojo, Inmaculada Sánchez, la viuda del oficial de policía Ángel Barranco Bodas, que pereció en el incendio que sufrió la Jefatura Superior de Valencia el pasado 28 de noviembre, compareció ayer ante los medios de comunicación. En la conferencia de prensa que convocó en un hotel de Valencia arremetió contra el Ministerio del Interior y los mandos policiales que, al darle el pésame, le dijeron que iban a otorgarle a su marido "la más alta condecoración", pero meses después se sintió "engañada y desolada" al enterarse de que le habían concedido la medalla y la pensión "más pequeñas".Aunque cuando se celebró el funeral la prensa ya publicó que a su marido le habían otorgado la Cruz al Mérito Policial con Distintivo Rojo, Inmaculada afirmó que ella creía que le habían dicho la verdad y que ésa era la más alta condecoración porque "las mujeres de policías no tenemos por qué conocer las categorías de los premios del cuerpo". Pero hace tres semanas, cuando fue a gestionar los trámites para recibir la pensión que lleva aparejada la condecoración, se enteró de que le correspondía "la más pequeña", porque la mayor es la Medalla de Oro al Mérito Policial. "La sensación de que te han engañado es como un tremendo puñetazo en la boca del estómago", relató, "pasas de sentir orgullo por el Cuerpo Nacional de Policía a la más absoluta decepción".
Al ser preguntada por las diferencias económicas entre ambas pensiones, la viuda recalcó que el dinero "no le interesa" y que no se ha decidido a denunciar la actuación del ministerio por cuestiones económicas. "Sea cual sea la pensión que nos concedan", aclaró, "el dinero del primer año vamos a entregárselo íntegramente a una fundación que gestiona ayudas para los niños enfermos de cáncer que atiende el Instituto Valenciano de Oncología, porque lo necesitan más que nosotras".
Inmaculada insistió en que protesta por "el valor moral y de honor de la condecoración", porque "no es justo prometer una cosa y conceder otra", y, en definitiva, porque siete meses después de la muerte de su marido, que estaba adscrito a la Unidad de Transmisiones, siente "la terrible desolación del engaño, la pena del no reconocimiento y la injusticia de que no se haya valorado su sacrificio".
La irritación de la familia del oficial fallecido fue en aumento meses después de su muerte, cuando las víctimas de sucesos posteriores -los dos policías y el bombero que perecieron a manos de un perturbado en la matanza del barrio de El Cabanyal, en Valencia, en febrero, y los dos guardias civiles muertos recientemente durante las tareas de rescate por la tromba de agua de Cataluña- recibieron a título póstumo condecoraciones y pensiones más importantes que la otorgada a su marido.
"Lamentablemente", denunció ayer la viuda, "el Ministerio del Interior tiene tres categorías de muertos y mi marido, Ángel, ha sido considerado un muerto de tercera, a pesar de que ha dado su vida en acto de servicio, como las otras víctimas". En la carta que le remitió el pasado 13 de junio al ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, Inmaculada le formuló cuatro preguntas: ¿Qué más pudo hacer Ángel para merecer lo que le prometieron? ¿No les bastó que muriera? ¿No entregó su vida en acto de servicio cómo hicieron los dos compañeros y el bombero que murieron en El Cabanyal o como los dos guardias civiles? ¿Acaso vale más la vida de unos que la de otros? Al no recibir ninguna respuesta del ministro, decidió denunciar los hechos públicamente
Aunque el jefe superior de policía, Segundo Martínez, intentó ayer quitarle hierro al asunto, fuentes policiales criticaron el comportamiento de Inmaculada y dijeron que su marido no pereció por el humo, sino por una dolencia que sufría. "Pudo haber muerto cuatro horas después en su casa", comentaron. En cambio, la viuda repitió que la autopsia muestra que su marido pereció en acto de servicio por el humo que tragó.
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