Peor que la muerte
Hay algo aún más triste que la muerte: la muerte de un joven. A todos trunca una esperanza y a los padres les coloca ante un vacío que les durará hasta el final de su existencia. Sólo con titánico esfuerzo, el paso de los días y el calor humano podrán sobrellevar un hecho que rompe brutalmente la sucesión normal de las generaciones. De ahí que la solidaridad resulte decisiva, a sabiendas de que no puede resolver lo que es ya irreparable.Las localidades de Ripollet y Viladecans quedaron sobrecogidas por el brutal accidente de tráfico que segó la vida en las cercanías de Soria a 22 adolescentes -y cinco adultos- que habían salido esa mañana de esos municipios catalanes para dirigirse en autobús a un campamento de verano en Aranda, donde iban a convivir con un grupo de estudiantes madrileños. Los vecinos de Soria que vivieron de cerca la tragedia se volcaron en una muestra ejemplar de compasión y apoyo a las víctimas y a sus familiares. Decenas de ciudadanos acudieron a donar sangre, médicos y psicólogos ofrecieron sus servicios. Las autoridades de todos los niveles dieron la respuesta eficaz y rápida que exigía la tragedia. Sirva esta entrega colectiva no como imposible consuelo a las familias, sino al menos como evidencia de que su dolor -aumentado por la larga espera hasta la identificación de los cuerpos- es compartido por sus conciudadanos.
Por lo que hasta ahora se sabe, el dramático suceso aconteció cuando el chófer de un camión que transportaba ganado invadió el carril del autocar estudiantil al salir en línea recta de una amplia curva en un tramo en cuesta, pero no especialmente peligroso. El error humano -el choque se produjo a primeras horas de la tarde, después de la comida- o un eventual fallo mecánico son las hipótesis posibles en las que habrán de centrarse las averiguaciones oficiales.
En cualquiera de ellas, ¿podría haberse evitado la carnicería? El autobús achatarrado era de reciente construcción. Todo indica que cumplía la normativa, que fue modificada hace unos años en el sentido de reforzar la estructura metálica a fin de proteger a los viajeros en caso de vuelco. ¿Es ésta suficiente? La resistencia de la estructura de los vehículos sólo se comprueba en situación estática, y la directiva europea prometida hace cinco años sobre el uso de cinturones de seguridad en los autocares no se ha concluido, por indecisión de los expertos sobre su conveniencia en caso de accidente. ¿Es mucho pedir que avancen los trabajos técnicos y legislativos para aumentar la seguridad?
Incluso la norma más perfecta no garantiza que se eviten los errores humanos y las desgracias fortuitas. Pero ello no excusa la exigencia de extremar las seguridades. En los últimos 20 años, más de 1.000 personas han perdido la vida en accidentes de autocares en las carreteras españolas. En su nombre, y desde el respeto y la cercanía al dolor de tantas familias, hágase cuanto sea posible para que estas tragedias no se repitan.
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