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Los militares rebeldes de Costa de Marfil pactan el final de la revuelta

Los militares amotinados en Costa de Marfil y el jefe de la junta civico-militar que gobierna el país desde el golpe de Estado del 24 de diciembre, general Robert Gueï, lograron anoche un acuerdo (que inlcuye el pago de dinero a los rebeldes) para poner fin a la revuelta. Fuentes diplomáticas consultadas por teléfono consideran que este compromiso es una salida provisional de una grave crisis que tiene como asunto de fondo el refreréndum del 23 de julio sobre la reforma constitucional.La jornada de ayer fue especialmente violenta. Las tropas leales a Gueï -la Gendarmería, los paracaidistas y gran parte de las unidades mecanizadas- decidieron pasar a la ofensiva. A primera hora de la mañana tomaron el barrio de Plateau, donde se encuentran los bancos, los ministerios y las sedes de los organismos internacionales. En la lucha perecieron al menos tres personas. A mediodía, los hombres de Gueï se hicieron con el puente que une las dos zonas de la ciudad y ocuparon el barrio residencial de Cocoby, en el que se hallan las embajadas.

Esta iniciativa con presencia de carros de combate ha empujado a los rebeldes al acuerdo. El general Mathias Dué, número cuatro de la junta y militar de prestigio, ha desempeñado un papel mediador.

La colonia española, cerca de 400 personas, se encuentra bien, aunque algunos se vieron obligados a permanecer en sus casas.

El conflicto provocado por los amotinados tiene una doble motivación: por un lado, económica: exigían el reparto de 1,5 millones de pesetas por cada soldado; y por otro, político: demandan una modificación en el borrador constitucional (se votará en referéndum el 23 de julio) y que, en su redacción actual, podría bloquear el acceso al poder de Alassane Uatara.

A Uatara, el principal político del norte musulmán, se le acusa de estar detrás de las bambalinas. El porpio Gueï, que calificó el amotinamiento de intento de golpe de Estado, acusó a un partido político, sin mencionarlo, de estrar detrás de la revuelta.

La creciente división de Costa de Marfil entre el norte musulmán y el sur cristiano preocupa a los inversores; entre ellos, los españoles, muy activos en esa zona.

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