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Los servicios municipales cuestan un promedio de 51.000 pesetas anuales a cada barcelonés

"La nave va". Ernest Maragall, concejal de Hacienda de Barcelona, utilizó la expresión fílmico-literaria para definir el hoy de la ciudad. Los indicadores económicos de Barcelona, aseguró con papeles y diapositivas, cuadros y argumentos, reflejan que la situación es estupenda y tiende a mejorar. Suben el producto interior bruto, el comercio y los contratos laborales, el número de pernoctaciones en hoteles. Bajan el paro, la presión fiscal y hasta la deuda municipal. Los servicios de la ciudad cuestan a cada barcelonés 51.000 pesetas de media.

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"Aportamos los datos básicos de la ciudad porque nos obliga a ello la Carta Municipal", explicó Ernest Maragall, que hizo hincapié en la voluntad de transparencia del equipo de gobierno. Una voluntad reforzada ante el hecho de que la mayoría de los datos macroeconómicos son positivos.Al reflejar la actividad económica de la ciudad, los números indican que el PIB lleva creciendo cuatro años consecutivos, con un 3,9% en 1999. También, en consecuencia, aumenta el número de actividades que tienen que pagar el impuesto de actividades económicas (IAE). Y se incrementa el número de contratos registrados, con la subsiguiente secuela: disminuye el paro.

La bonanza se refleja en las cifras meramente económicas, pero también en otras más perceptibles por el ciudadano, que cuando pasea por la calle se cruza cada dos por tres con más y más turistas. Hace cuatro años 6,3 millones de personas durmieron en hoteles de la ciudad; en 1999 esa cifra había superados los 7,5 millones.

El turismo crece en todas las direcciones. En 1996 utilizaron el aeropuerto de El Prat 13,4 millones de usuarios, cifra que pasó a ser de 17,4 en 1999. Un crecimiento espectacular, pero apenas comparable al de pasajeros por vía marítima, que pasaron de 731.000 a 1,3 millones en el mismo periodo.

El año 1999 fue el primero en que se registró un aumento en el número de toneladas transportadas a través del aeropuerto, estancadas en las 80.000 anuales desde tiempo lejano. El pasado año se registró un movimiento de 86.000 toneladas, muy lejos todavía del medio millón que la Cámara de Comercio calcula como techo hipotético a alcanzar.

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Los salones feriales también han crecido, aunque a un ritmo moderado. En 1996 se celebraron 50, al año siguiente 56 y 58 en 1998. El pasado año fueron 60. Y el número de congresos que tuvieron a la ciudad de Barcelona como sede pasó de 832 a 1.171.

Tanta felicidad se refleja en los números del presupuesto municipal. Los datos ofrecidos ayer por Maragall señalan que crecen los ingresos corrientes, el ahorro y la inversión; bajan el número de funcionarios, el endeudamiento y la presión fiscal, a un ritmo de casi el 3% anual. Maragall reseñó también cifras hipotéticas, como el ingreso medio por ciudadano, que es de 56.000 pesetas. El gasto medio, tomando sólo los servicios mínimos y excluyendo los gastos financieros, es de 51.000 pesetas.

Para llegar a estas cifras se tienen en cuenta los tres grandes impuestos de recaudación municipal: el impuesto de bienes inmuebles (IBI), el de actividades económicas (IAE) y el de vehículos. Pero, obviamente, a muchos ciudadanos sólo les afectan una parte de estas tasas, ya que o no son empresarios o carecen de coche o moto.

Además de las cifras económicas, Maragall ofreció indicadores sociales, entre ellos los relativos al transporte público y la movilidad, el medio ambiente, la seguridad, las diversas formas de ocio, la educación y la seguridad. Barcelona dispone de 47 instalaciones deportivas por el sistema de abono (cantidad que no ha crecido en los últimos cuatro años) con 134.512 abonados. Las bibliotecas públicas fueron visitadas el pasado año por 1,8 millones de personas, con un crecimiento constante desde 1,5 millones en 1996. En cambio, el número de visitas a los museos municipales se ha estancado en 3,4 millones desde aquella fecha.

Menos delitos

La confianza de la ciudadanía en la eficacia policial no es extraordinaria. El 11,5% de los ciudadanos dicen haber sido víctimas de algún tipo de delito, pero sólo el 45,8% se anima a presentar la denuncia correspondiente. Este porcentaje también permanece estático durante los cuatro años del periodo analizado. En cambio, disminuye el número de delitos de los que se da cuenta a la policíal: 66.189 en 1996, 60.560 el pasado año.La ciudad tiene 62 parques (53 hace cuatro años), con una superficie de 559 hectáreas (539 en 1996), lo que supone una media de 19 metros cuadrados por habitante. El presupuesto del mantenimiento de estas zonas asciende a 3.696 millones. La partida para la recogida de basuras (una de las áreas que mayor número de quejas origina entre los ciudadanos) supone 4.222 millones de pesetas anuales y no ha dejado de subir.

Baja la velocidad media de coches y autobuses y suben los accidentes de tráfico en zona urbana

La ciudad irá bien, pero circular por ella es cada vez más difícil. Una vez más, los datos de movilidad reflejan el caos sistemático que amenaza las calles de Barcelona. Suben los accidentes de tráfico, baja la velocidad, el autobús pierde pasajeros (si bien los gana el metro) y el propio Ayuntamiento empieza a reconocer que el aumento de kilómetros de carriles reservados a bicicletas y transporte público es totalmente inútil porque apenas nadie los respeta ni la policía local los hace respetar, pese a que la Guardia Urbana representa el 20% de los gastos municipales por ciudadano: de 51.000 pesetas de promedio, 10.038 se las lleva la Guardia Urbana, y esta cifra no ha dejado de crecer pese a la reducción de plantilla.Ernest Maragall asumió ayer la escasa utilidad de los 108 kilómetros de carriles para bicicletas y los 71 destinados al transporte público. Pero, añadió, la discusión sobre su utilidad es posible porque existen.

El crecimiento del espacio reservado a las bicicletas ha sido proporcionalmente relevante: ha pasado de 57 a 108 kilómetros. En cambio, los 71 kilómetros de carril reservados al autobús y el taxi no han aumentado apenas en cuatro años. En 1996 había ya 65 kilómetros.

El número total de usuarios del transporte público ha subido, pero el crecimiento de quienes optan por el metro se alcanza a costa del autobús.

Una posible explicación la proporcionan los propios datos aportados ayer por el Ayuntamiento: la velocidad comercial de los autobuses era de 14,4 kilómetros hace cuatro años. A finales de 1999 había caído a 13,2 kilómetros por hora.

El mismo proceso lo registra todo el transporte de superficie. La velocidad media del tráfico rodado (sin contar las rondas) era de 25,1 kilómetros por hora en 1996, pero el pasado año se quedó en 18,8 kilómetros. En el caso de las rondas, la velocidad pasó de 66 a 59,8 kilómetros por hora.

La situación empieza a parecerse a un círculo vicioso y viciado: la bonanza económica se traduce en un aumento del tráfico, privado y comercial; el primero ocupa el espacio destinado a carga y descarga, ayudando con ello a que el transporte comercial se coma los carriles reservados al transporte público. Todos juntos pierden velocidad y pasajeros.

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