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Tribuna
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Un ruinoso pasivo

Sin abandonar la emocionante persecución del presidente de Telefónica, el diario El Mundo -movido quizá por el propósito de restablecer algunas alianzas mediáticas perdidas a causa de Villalonga- abrió anteayer otra campaña movilizadora para forzar al Gobierno a obedecer sus consignas. El nuevo objetivo es obligar al Consejo de Ministros a indultar a Liaño, el magistrado prevaricador condenado por el Supremo a la pérdida definitiva de la carrera y a quince años de inhabilitación especial: los lectores del diario son invitados a adherirse a una petición de gracia previamente suscrita por 75 figuras públicas. Al sentimiento de culpa nacido del monumental embarque dado a Liaño se une probablemente el agradecimiento personal. Cuando Pedro J. Ramírez fue víctima en el otoño de 1997 de una indecente invasión de su intimidad, las prisas por socorrerle del todavía juez de la Audiencia Nacional le llevaron a reclamar -sin éxito- la competencia del sumario instruido por otro juzgado madrileño. Para justificar esa inverosímil chapuza procesal, Liaño argumentó que los autores de la "filmación y difusión" del vídeo pornográfico delictivo eran "auténticos partícipes" de la guerra sucia y que "la operación diseñada y desencadenada" contra Ramírez constituía una "variedad de terrorismo de Estado". Los firmantes de la petición de indulto sostienen que Liaño es "un valioso activo para la carrera judicial y para la sociedad civil española". Nada impide al ex magistrado abrir un bufete, crear una empresa o cultivar cualquier otra parcela de la sociedad civil a fin de enriquecerla con sus virtudes. Ahora bien, su indeseable regreso a la carrera judicial no sería un valioso activo sino un ruinoso pasivo para el Estado de derecho. El dictamen del Supremo sobre su indulto es terminante: lejos de existir razones de equidad o de utilidad pública para concederlo, la política de prevención del delito aconseja rechazarlo. De un lado, la prevaricación es el delito "más grave que puede cometer un juez"; de otro, los antecedentes disponibles sobre la personalidad de Liaño muestran que "carece de la templanza y el equilibrio necesarios para el desempeño de una función tan delicada como la judicial".

Los dos libros de memorias (Pasos perdidos, 1999, y Desde el banquillo, 2000) publicados por el ex juez son una fuente casi inagotable de pruebas abrumadoras a favor del Supremo. Las jactancias de Liaño sobre su omnisciencia ("mi pluma ha bebido la fuente de la verdad") y rectitud ("nunca me he apartado de la ley y de la razón") se extienden a su limpieza como polemista: "No puedo remediarlo. Estoy contra el insulto". Sin embargo, sus dicterios genéricos contra esa carrera judicial a la que supuestamente debería regresar como valioso activo muestran lo contrario : tras afirmar que "lo mas grave de la judicatura española es su amansamiento, la sumisión, la obediencia", concluye que las tres asociaciones judiciales "han servido para modificar la personalidad del juez español, que antes era valiente y atrevido y ahora, merced a su afiliación, se ha convertido en un ser acomodado e indolente".

Liaño utiliza a veces la técnica hipócrita del falso reportaje neutral (atribuir información o valoraciones a fuentes innominadas sin responsabilizarse de su veracidad) para hacer oscuras insinuaciones contra sus ex compañeros de carrera (incluido el magistrado del Supremo que fue marido de su actual esposa) o injuriarlos abiertamente. Baltasar Garzón merece su especial inquina: es "un gran traidor" que "desprecia la ley y pisotea las normas procesales", "un demonio siempre de guardia" cuyo corazón "se lo han comido las alimañas". Según Liaño, los magistrados del Supremo que le condenaron "son jueces que ignoran lo que es justicia". ¿García-Ancos? : "Sólo con fijarse en sus andares uno se da cuenta de que su paso no es firme ni alegre como el de un ser libre, sino frágil y mustio como el de un cautivo". ¿Bacigalupo?: este "gafe contumaz" colaborador de Héctor Cámpora (a quien otro gracioso gazapo de Liaño convierte en sucesor de Isabel Perón en la presidencia de Argentina) ha quitado su puesto a magistrados "españoles de origen" y ha cubierto "de dolorosa vergüenza su dignidad personal y profesional, al arrodillarse para poner las zapatillas" a quienes le ayudaron a hacer carrera. Los firmantes de la solicitud de indulto justifican su petición argumentando que Liaño fue un juez "íntegro" y "extremadamente escrupuloso en el respeto de los derechos y las libertades constitucionales de los ciudadanos": que se lo digan a los justiciables o a los jueces objeto de sus fobias y de sus insultos.

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