Chéreau, un tipo ameno
Es curioso cómo ha llegado hasta nosotros Antonio Muñoz Molina, en francés y de la mano de Patrice Chéreau, uno de los grandes, grandísimos, del teatro francés y que, en el programa general del Grec, anunciaba su presencia entre los 8 solos del Convent de Sant Agustí con otros textos, más acordes a su ascendencia y cultura, de Georges Bataille. Fue, además, lejos de la confesión nocturna anunciada, una lectura, excelente, divertida, pero simple lectura vagamente escenificada con cuatro gestos. Simple lectura, es verdad. Pero sencillamente bordada y a través de la cual Chéreau condujo al público por los paisajes y las historias de Nada del otro mundo, donde Antonio Muñoz Molina hace un recorrido desde el universo ideológico de la España, posfranquista, de los años setenta hasta bien entrados los ochenta.Lo bueno de la lectura es que Chéreau se limitó a recrear en un francés transparente el mundo de Muñoz Molina. De su palabra emergieron los personajes, clavó la puntilla de la ironía en los lugares precisos y arrancó las carcajadas justas de un público más que atento. Al binomio Chéreau-Muñoz Molina algunos no le encontraron explicación. Y otros se quejaron, sin excesiva convicción, de haber asistido a la lectura más cara de su vida. Para la mayoría fue una velada amena.
Patrice Chéreau
Convent de Sant Agustí, 3 de julio.