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Una fábrica de pobres

El progreso macroeconómico del país esquiva a casi la mitad de sus cien millones de habitantes

Juan Jesús Aznárez

Patricia Grajales, economista y madre, ha perdido capacidad adquisitiva en los últimos seis años, y paga una casa con un préstamo hipotecario cuya servidumbre se ha triplicado, hasta hacerlo impagable, porque la ingeniería dispuesta por las autoridades para financiar los 85.000 millones de dólares (casi 15 billones de pesetas) volcados en el rescate bancario de 1995 es deuda pública y exige vencimientos onerosos. "Tengo un coche que ya no puedo mantener, porque la gasolina sube cada vez, y mi salario, no. Pero a los ricos del país les vamos a pagar la deuda para que su nivel de vida siga manteniéndose".México prospera macroeconómicamente, pero casi la mitad de sus 100 millones de habitantes es pobre, o teme serlo si las grandes cuentas y un crecimiento promedio de cinco puntos durante el Gobierno de Ernesto Zedillo no acaban notándose en el bolsillo. "México es una fábrica de pobres", acusó Cuauhtémoc Cárdenas, el candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), de centro-izquierda. Los esfuerzos del Gobierno por ordenar la situación económica después de la macrodevaluación del peso y la subsiguiente catástrofe bancaria y social han sido notables, y las agencias calificadoras de riesgo sitúan al país como mercado apetecible y progresivamente seguro.

Los grandes indicadores, las fusiones bancarias, sin embargo, apenas consuelan a los nacionales con salarios empobrecidos o mortificados por la impunidad de quienes robaron a destajo las arcas públicas y medraron durante décadas asociados con funcionarios corruptos o narcotraficantes. No niega el Ejecutivo de Zedillo las carencias pendientes, la pauperización de buena parte de los compatriotas, la desesperación y ausencia de oportunidades que causa una diáspora masiva, una salida anual de 300.000 mexicanos hacia Estados Unidos. Pide paciencia reafirmando su convencimiento de que México encontró el camino adecuado. "Estamos lejos de asumir una actitud complaciente y triunfalista, pero estamos seguros de que las acciones tomadas van en la dirección correcta", declaró el ministro de Finanzas, José Ángel Gurría.

Deberán darse prisa, porque diariamente nacen en México más nuevos pobres que nuevos mexicanos. De 1997 a 1998, su población aumentó en 2,2 millones de habitantes, y la pobreza extrema, en cuatro millones, de acuerdo con la Comisión de Desarrollo Social de la Cámara de Diputados. Esteban Moctezuma, asesor del candidato presidencial oficialista, Francisco Labastida, precisa las cifras: son 21 millones de hogares pobres, de los que 4,5 millones sufren pobreza extrema, lo que significa que, en términos absolutos, 26 millones de mexicanos viven en la indigencia. David es uno de ellos. Las limosnas recibidas en un cruce tocando la trompeta son escasas. "Hace una semana que no reúno 100 pesos" (unas 2.000 pesetas).

El sur miserable e indígena convive en una misma patria con el norte tecnificado y agringado, más blanco, más alto, más rico, más dinámico. No todos coinciden en la idoneidad del modelo en curso. David Ibarra, ex ministro de Hacienda entre 1977 y 1982, durante la Administración de José López Portillo, propone cambiar el esquema de crecimiento desembarcado en México en los ochenta a caballo de las teorías neoliberales aplicadas en el Reino Unido y diseñadas, entre otros, por ideólogos como el premio Nobel Milton Friedman. El 98% de las empresas mexicanas sólo encontró una manera de ajustarse al cambio: reducir o cerrar operaciones y despedir mano de obra.

El empresario Efrén Calvo, presidente de la compañía telefónica Data-Dial, votará por el PRI "porque tenemos 70 años de estabilidad y paz". Efectivamente, este complejo país latinoamericano disfruta de una estabilidad desconocida por la mayoría de los países de una región que ha sido vapuleada y arruinada durante décadas por dictaduras castrenses, despotismos personales y corrupciones que crearon cultura. México, no obstante, consiguió vivir relativamente en paz a costa de notables costes políticos y terribles desigualdades sociales. Escolares adolescentes de los colegios internacionales de Ciudad de México asisten a clase con Mercedes y móvil, despliegan un acordeón de tarjetas de crédito, mientras niños de su edad piden limosna o cosechan café en el sur deprimido, en un perverso círculo vicioso que impide una sociedad más equitativa.

Pocas veces en el último cuarto de siglo, de todas formas, ha tenido el país las condiciones financieras disfrutadas ahora para encarrilar el crecimiento con mayor justicia distributiva. Este año, el PIB crecerá entre tres y cinco puntos, el déficit fiscal cayó hasta colocarse en torno a un punto y la inflación será este año del 13%, y el próximo, de un 10%, según datos oficiales. La banca levanta la cabeza, aunque el crédito es todavía escaso, el peso aguanta frente al dólar, los tipos de interés parecen tender a la baja y el levantamiento zapatista de Chiapas, en enero de 1994, aunque apenas molesta a seis años vista, logró volver la vista y el debate sobre la penosa situación de 10 millones de indígenas. "México es como una gran corporación que ha sido mal manejada durante muchos años", resume Mayra Ortega, de 39 años, analista financiera.

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