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Siete días de reivindicación en la calle

Sus ideas duran más de siete días. También sus actividades. Pero una vez al año, desde hace tres, grupos de okupas, insumisos, ecologistas, feministas, sindicalistas de centrales minoritarias, curas obreros y miembros de asociaciones como la Coordinadora de Barrios y las Madres contra la Droga suman esfuerzos para protestar, durante siete días seguidos, por la exclusión que sufre una parte de la ciudadanía (toxicómanos, menores, presos, parados...). Sus reivindicaciones las sacan a la calle, a lo largo de esta Semana de Lucha Social, de una manera llamativa: con okupaciones de hoteles abandonados o del edificio de la Bolsa, autoinvitándose en el restaurante de un centro comercial o desnudándose delante de la sede de Instituciones Penitenciarias en protesta por los malos tratos en prisión.En las movilizaciones participan pocas personas, normalmente menos del centenar. Pero entre ellas hay de todo. Desde sindicalistas hasta curas que trabajan con presos y toxicómanos de barrio. Hay también gente muy joven relacionada con el movimiento okupa, mujeres que rondan los 60 vinculadas a las Madres contra la Droga y miembros de asociaciones anti- Maastricht o de Ecologistas en Acción. Quitando a los miembros del sindicato CGT que apoyan estas protestas, nadie pertenece a estructuras de partidos o sindicatos.

Su objetivo es sacar a la luz los problemas de los presos, de ambientes desfavorecidos, menores, toxicómanos, pueblos indígenas, inmigrantes, mujeres... Denuncian casos de posibles malos tratos en prisión, reclaman transporte gratuito y critican la concentración empresarial, el neoliberalismo y la globalización de la economía.

Sus protestas son pacíficas, pero, como a menudo colisionan con el derecho a la propiedad privada (okupaciones, colarse en el metro, invitarse al restaurante de un híper...), siempre están rodeados de policías. En 1997, la Primera Semana comenzó con una carga policial contra los manifestantes que okuparon durante horas el antiguo hotel Avenida de la Gran Vía ( ahora rehabilitado). Hubo cuatro detenidos por atentado y agresión a la autoridad, absueltos después por los jueces.

En 1998 también se produjeron arrestos, por desórdenes públicos, de dos letradas de la Asociación Libre de Abogados, del cura de Entrevías Enrique Castro (de la Coordinadora de Barrios) y de otros cuatro manifestantes. Quedaron en libertad horas después.

A menudo celebran sus movilizaciones rodeados de agentes, a quienes increpan con gritos como "no es casualidad, no es casualidad que aumente la pobreza y el gasto policial", "detrás de cada casco hay un Forrest Gump" o "para que no sea como su papá, el hijo del madero , a la Universidad".

Su modo de organización es asambleario, intentando evitar los líderes y los portavoces estables. Algo complicado, dada la heterogeneidad de los diferentes grupos que participan en estas semanas de lucha social. Cada acción directa la organiza y la explica un grupo. Como suele tratarse de actividades sorpresa que pretenden realizar sin que se entere la policía, su logística es bastante complicada.

Sólo unos pocos conocen en qué va a consistir el programa de acciones de cada día y, para despistar, citan al resto y a los periodistas en un punto que no va a ser el destino final. Por ejemplo, la cita puede ser en Tribunal, pero el objetivo es llegar a Atocha en metro para organizar allí un pasacalles. No suele tratarse de acciones cortas, sino de protestas que pueden llevar horas de recorrido de un punto a otro. A veces, como sucedió el pasado viernes, la policía les espera en el lugar de destino, lo que lleva a pensar a los organizadores que tienen infiltrados entre ellos.

El primer año, su punto de reunión fue la parroquia de Entrevías donde trabajan durante todo el año con menores desamparados, ex presos y toxicómanos, miembros de la Coordinadora de Barrios y de las Madres Unidas contra la Droga. Su pretensión era utilizar como cuartel general, durante siete días, el hotel Avenida, que okuparon durante horas. Pero fueron desalojados antes. En 1999, su base de operaciones estuvo en los abandonados cuarteles de Daoiz y Velarde, en Retiro, que okuparon durante la Semana de Lucha.

Este año cuentan para sus debates con los locales de la Escuela de Relaciones Laborales de la Complutense, en San Bernardo, que suelen ser cedidos a diferentes colectivos sociales, y también han organizado teatro en el Alfil.

Estas movilizaciones, que comenzaron en Barcelona y echaron raíces en Madrid (donde van ya por su tercera edición), extendieron en noviembre del año pasado su radio de acción a Córdoba, donde los manifestantes okuparon durante tres días los Reales Alcázares. Sus fuentes de inspiración vienen de París, donde en 1997 varias asociaciones de parados franceses organizaron protestas del mismo tipo invitándose a comer y a dormir a lujosos hoteles y restaurantes y okupando oficinas de empleo.

Desnudos en Alcalá

La convocatoria de este año comenzó el pasado 25 de junio con una marcha al polígono químico-militar de La Marañosa (Getafe). Un día después, el lunes 26, una treintena de manifestantes se desnudaron ante la sede de Instituciones Penitenciarias, en la calle de Alcalá, como forma de protesta contra los malos tratos en prisión. Más tarde tiñeron de rojo el agua de las fuentes de Colón. El martes hubo debates sobre la Ley de Responsabilidad Penal del Menor.

El miércoles se celebró un pasacalles en la estación de tren de Atocha para reclamar transporte gratuito, que fue disuelto por la policía, con porrazos y empujones, cuando varios manifestantes intentaron acceder a los andenes del AVE. El jueves, 70 personas recorrieron Centro, parando en la Casa de América, el Banco Central Hispano y Telefónica, entidades que relacionan, de una u otra manera, con las situaciones de pobreza que se viven en América Latina.

El viernes, la policía desplegó sus antenas y consiguió impedirles sus planes, anticipándose a ellos. Su propósito era invitarse a comer a un restaurante de lujo de Cuzco, colgar una pancarta en la sede de la patronal CEOE y lanzar bolsas de papeles triturados, en protesta "por el trabajo basura", en una empresa de trabajo temporal de Atocha. La semana finalizó el sábado con acciones contra la violencia contra las mujeres y una fiesta en la Escuela Popular de Prosperidad, amenazada de desalojo.

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