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Tribuna
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Perro mundo

Juan José Millás

El otro día se suicidó un perro en Leganés arrojándose desde un sexto piso. Por lo visto, vivía en un balcón estrecho, expuesto al sol, sin agua, sin ilusión, sin alimentos, de modo que se dijo: hasta aquí hemos llegado, y se lazó al vacío. Cayó en un parque infantil, donde permaneció varias horas muerto en compañía de los niños vivos. No es que no hubiera juez de guardia para levantar el cadáver (los perros no tienen jueces de guardia ni nada parecido), sino que la policía dijo que no era competencia suya y el servicio de perros muertos no trabaja por las tardes. Hay perros que no saben morirse, en lo que se parecen mucho a las personas. Al final, lo recogieron unos vecinos del inmueble y se lo llevaron en una bolsa, ignoramos a dónde.Lo raro es que no haya más suicidios. Ese mismo día del que hablamos, unos agentes de la Unidad Canina de la Policía Municipal rescataron, con la ayuda de unos empleados de la perrera de Cantoblanco, a 16 perros que estaban encerrados en un piso de Marqués de Mondéjar. Vivían con una señora que en ese momento no se encontraba en casa y los vecinos protestaron por el hedor, que, como su nombre indica, era completamente insoportable. Lo más probable es que se los llevaran a la perrera municipal, donde parece que son exterminados a los diez días del ingreso, no sabemos por qué diez días y no quince o dos. Tampoco sabemos si hay ejecuciones todos los días o en días alternos. Ni si se aprovechan sus restos mortales para fabricar jabón. Ni si los cuerpos se inhuman o son incinerados. Hay muchas curiosidades caninas sin satisfacer. A ver quién se anima a estrenar una sección en el periódico.

De todos modos, esto no es nada. Ahora precisamente comienza la temporada de abandonos. A los ancianos los dejan en los hospitales, y a los perros, en la M-30. De la M-30 no es fácil escapar siendo persona, pero siendo perro no tienes ninguna posibilidad. Acabas golpeándote contra los coches como las moscas contra el cristal de la ventana, asombrado de que no haya salida por ninguna parte. La crueldad, como la estupidez, no tiene límites. Lo malo es que se es cruel como se es estúpido: sin conciencia de ello. Peor aún: hay estúpidos convencidos de que son listos, y desalmados que se creen compasivos. Por eso la vida es tan dura, porque no acaba uno de negociar con la estupidez cuando ya se ha sentado a la mesa la crueldad. En verano unen sus fuerzas, de ahí que sucedan más suicidios. Y más abandonos.

Hay personas que en lugar de abandonar perros o ancianos abandonan peces. La cultura del abandono está muy extendida. Los peces se notan menos que los perros porque en lugar de dejarlos en la M-30 se arrojan por el retrete y se tira de la cadena. La perplejidad de los peces de colores en el interior de los albañales es, sin embargo, semejante a la de los perros en el laberinto de la M-30. No entienden nada, como es lógico, y se mueren con los ojos abiertos en forma de o, completamente absurdos.

También están los que abandonan pájaros que llevan toda su vida dentro de una jaula. El problema de los pájaros nacidos en cautividad es que sacarlos de la jaula es casi como arrancarlos de su propio cuerpo. Muchos pájaros piensan, no sin razón, que los barrotes forman parte de su anatomía. Al verse fuera, pues, tan incorpóreos, se espantan, procediendo a matarse contra las paredes de los edificios. Lo curioso es que los dueños, en lugar de enterrar la jaula, como debería ser, la guardan en el cuarto de estar por si al regresar de las vacaciones se les antoja reiniciar el proceso.

El verano es una época dura, en fin, para algunos seres. La explosión de vida que uno advierte en los parques contrasta con la acentuación de estas zonas fúnebres de la realidad urbana. Hay gente que al quitarse el abrigo se quita también los escrúpulos. No es cuestión de ponerse sentimental con los perros después de que uno haya leído que en China, mientras Aznar y Jiang Zemin hablaban de derechos humanos en el salón, se ejecutaba a 10 presos en el sótano, pero tampoco conviene insensibilizarse del todo ante el drama animal. Se empieza matando perros y se acaba maltratando a los hijos. Quien ha sido capaz de soportar la mirada de un perro abandonado en la M-30 a través del retrovisor del automóvil es capaz de todo. Conviene, pues, afearles su conducta antes de que pase a mayores. Quiere decirse que la Comunidad acaba de comenzar una campaña de concienciación sobre el abandono de animales. Pues nada: que sea para bien.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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