"¡Catenaccio!"
Los técnicos y los jugadores de la selección italiana celebran su fútbol defensivo, que les ha conducido a la final del torneo
Debió ser un profundo analista del fútbol aquél aficionado italiano que el jueves pintó un cartel gigante y lo colgó de una de las curvas del Amsterdam Arena. Un solo vocablo aparecía en la pancarta. Una idea capaz de encender a los cerca de 5.000 hinchas con camisetas azules en un grito de orgullo, presas todos de la sugerencia brutal de aquél cartel en lo alto de la grada. El grito los identificaba frente al enemigo, los mayoritarios seguidores de naranja que celebraba su fiesta en armonía. Era el antídoto contra toda esa alegría local, y contra la avalancha de fútbol virtuoso que era capaz de desplegar Holanda en el campo. El cartel, que parecía una arenga de guerra, resumía buena parte de la tradición futbolística italiana: "¡Catenaccio!"La palabra catenaccio significa cerrojo y evoca un fútbol tan primitivo y una estrategia tan cargada de perversidad, que nadie en la plantilla de Italia se atreve a reconocer que de hecho el estilo que practica la selección es el del cerrojo. Los anales de la historia del fútbol italiano señalan al mítico entrenador de la Triestina y el Milan durante los cincuenta y los sesenta, Nereo Rocco -El Patrón, le llamaban-, como el inventor. Rocco se hizo famoso por introducir la figura del defensa libre, el libero, entre la línea de cuatro marcadores y el portero. Pero con él, el catenaccio trasciende un sistema determinado para convertirse en una actitud ante el fútbol. Rocco fue el primero en atribuirse la concepción de una idea que los italianos han desarrollado como si se tratara de la más elevada estrategia futbolística. En la práctica parece un plan más relacionado con la picardía del débil que con el refinamiento: se trata de defender el empate a cero con todos los jugadores disponibles volcados sobre la portería propia, y sorprender al adversario con pelotazos largos, lanzados en el momento en que baja la guardia, algo que ocurre porque procura atacar con más de un futbolista y se desordena. Para conseguirlo, más que habilidad para utilizar el balón se precisa una gran capacidad para convivir con la fatiga y el dolor físico que conlleva el sabotaje permanente del juego ajeno. De ahí la frase que el jueves difundía Fabio Capello, después del triunfo de Italia, no lejos del mencionado cartel: "El fútbol no sólo es toque y toque
; el fútbol es toque y agonismo".
La selección italiana actual es una especie de Triestina a las órdenes de Dino Zoff. El seleccionador está imbuido del espíritu de Rocco. Ha heredado esa sensibilidad por línea directa a través de Enzo Bearzot, el técnico de la Italia campeona del mundo en España, en 1982. Zoff era su portero y su capitán y Paolo Rossi su creador de juego. A Rossi le sucede hoy Totti, que como el resto de sus compañeros, vive bajo el peso de la historia. Los jugadores italianos se recrean en su papel de maestros en el arte del marcaje. Soportan altivos el peso de la tradición italiana por exaltar los valores del fútbol defensivo. De ahí que Cannavaro, Nesta y Iuliano representaran el jueves a sus héroes, los legendarios Facchetti, Scirea, Baresi... Sobre todo Cannavaro, el exponente más fundamentalista del legado de Rocco, que después del partido se entusiasmaba proclamando su cercanía con la grandeza. "No sé si somos la mejor defensa de la historia, esa respuesta la podré dar el domingo que viene, después del partido contra Francia".
Desde el cuerpo de entrenadores italianos, el catenaccio es considerado como protofútbol, aunque en la práctica se practique con fruición. La capacidad de oratoria de Capello, Trappattoni, Tardelli o Zoff, maquilla sus verdaderas convicciones. El segundo entrenador de Italia y ex jugador del Juventus, Marco Tardelli, se unió ayer a la celebración del triunfo y defendió a Zoff, muy criticado por otra facción de técnicos menos tradicionalistas, con Arrigo Sacchi a la cabeza. "El éxito de Dino Zoff tiene como fundamento la fortaleza de sus ideas y la tenacidad en la realización de un proyecto siguiendo criterios que nunca cambiarán", asegura Tardelli, quizá en referencia a la idea más blindada de Zoff: esa según la cual, unir en una misma alineación a los dos futbolistas más creativos de Italia, Totti y Del Piero, puede tener consecuencias desastrosas para el "equilibrio" del equipo.
Las consecuencias de un partido de fútbol son desastrosas en la mayoría de los casos desde la óptica de Zoff. El seleccionador es un hombre tranquilo. No habla, y si lo hace, su voz se escucha como un rumor cavernoso. Normalmente vive sumido en un silencio desconcertante. Pero su segundo, Tardelli, asegura que es "un gran personaje con mucha fuerza interior que además reflexiona mucho". Zoff piensa y dice cosas que hablan de su sentido de la ética y el deporte. Antes del partido con Holanda, por ejemplo, no quiso evaluar la trascendencia del encuentro. Para justificarse, dio una explicación acorde con sus ideas: "El recuento de los muertos hay que hacerlo después de la batalla". Una batalla que Zoff ganó al grito de "¡Catenaccio!"
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.