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0,01357 trocitos de funcionariado

Carmen Morán Breña

Días de calor y exámenes. Los alumnos andaluces acaban de terminar sus pruebas de Selectividad. Dicen que se juegan su futuro a una sola papeleta. Puede que así sea pero no son los únicos: 33.932 licenciados pasaron ayer el primer filtro de sus oposiciones para obtener una de las 2.500 plazas de profesor de educación secundaria. O sea, tocan a 0,0135728 pedacitos de funcionariado cada uno. Para salir corriendo antes de empezar el examen.A las diez de la mañana se repartieron entre las 153 sedes de toda Andalucía, carné de identidad y nervios encima de los pupitres escolares. En el Instituto Isbilya de Sevilla los licenciados en matemáticas tenían en la cabeza algunos números: las horas de estudio, los años de interinos por los pueblos andaluces, las veces que se han presentado a otras convocatorias sin éxito, los 85 temas preparados, la edad, los hijos, el precio de las tasas...

A las 10 de la mañana los cuidadores leen la suerte sacada del bombo, para que luego digan que no es una lotería. Y recitan despacio los temas que han de desarrollarse en cuatro horas si el cerebro no se queda del color del folio: irrepetibles para los profanos en la materia. Pero los alumnos piensan, respiran, miran al techo, callan en un silencio espeso; algunos se echan las manos a la cabeza y se desinflan en un eterno ufff: ya saben su suerte antes de empezar.

José Enrique Martín y Jaime Martínez se han presentado, recién acabada la carrera, para tener un primer contacto con estos tribunales académicos y, porque si hay suerte y aprueban el primer examen, entrarán en la bolsa de trabajo. A mediados de julio será el segundo para los más afortunados y a finales del mismo mes, el tercero: el que apruebe este último será el que haya acertado la quiniela de su vida. Pero no hay para todos.

Otros llevan años presentándose, porque ya trabajan en los institutos como interinos y su tiempo de estudio ha quedado ampliamente mermado. Si es que no tienen hijos que atender. Pepi Fernández no tiene niños a su cargo pero es que tampoco puede plantearse la maternidad con las condiciones de su trabajo inestable, hoy aquí, mañana allá. Claro, que tampoco los que no trabajan tienen mucho tiempo de cambiar pañales, enclaustrados como están empollando su futuro entre libros y apuntes.

Rosa Fernández es soltera y tiene 24 años. Esta es la primera vez que se presenta y seguirá intentándolo si antes no se le cruza otro trabajo por medio, "aunque sea en un colegio privado", donde no se necesita haber aprobado unas oposiciones. Le gusta la docencia aunque está un poco asustada con la reforma de los estudios, que no la convence mucho: "Eso de que los alumnos no suspendan aunque no sepan el temario... Lo han hecho para evitar el fracaso escolar y creo que habrá más que antes. Ahora los niños están más revolucionados", dice, a sabiendas de que si logra aprobar las oposiciones, el camino que le queda por recorrer no será menor.

A las 10 de la mañana el cuidador que recita las cuestiones del examen concluye: "Si tenéis alguna duda...". Más que certezas. "¿Por qué un temario tan complejo, si el nivel que se exige en los institutos es tan bajo?", ¿por qué pasar cinco años de carrera para jugárselo todo a una carta? ¿por qué repartirse un pastel tan escaso cuando hay más alumnos preparados que plazas? ¿por qué un trabajo inestable que no te permite estudiar?

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A las diez de la mañana, los opositores se acuerdan de la Selectividad: tan fácil.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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