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EUROCOPA2000 España, en cuartos contra Francia

La venganza de Anelka

El francés quiere resarcirse el domingo de las vejaciones que dice haber sufrido en el Madrid

Diego Torres

"Lo bueno del fútbol es que siempre te da revancha", decía Maradona, sin sospechar que años más tarde, un chico francés de aire distraído masticaría la misma idea. Nicolas Anelka (París, 1979) quiere reivindicarse ante el fútbol español y el destino se lo ha puesto en bandeja. La suerte le ofrece un partido de fútbol: Francia, su selección, contra España. Y noventa minutos para exorcizar algunos de los demonios que le afectan desde que llegó al Real Madrid, hace un año, con la carga de haber costado 5.600 millones de pesetas. Un año del que Anelka guarda una colección de agravios. Conserva intactas las impresiones de su paso por la Liga española, donde apenas ha dejado un rastro de polémicas, de rebeldía y de frustración. Recuerda que en el vestuario del Madrid se sintió extraño. Un bicho raro expuesto a la introversión. Deprimido bajo la tiranía de dos jugadores a los que ha señalado varias veces como culpables de sus desgracias: Hierro y Raúl. Dos compañeros y dos villanos en su mente. Dos tipos que el domingo le verán enfundarse la camiseta del adversario. "No me olvido de lo que he pasado en el Madrid", anunció un arrogante Anelka, antes de la Eurocopa. Y el fútbol le ofrece una revancha."Me tratan como a un perro", se lamentaba Anelka a sus hermanos. No soportaba que él, habiendo llegado con vitola de estrella, fuese ignorado por la mayoría de sus compañeros en el Madrid. No toleraba el trato áspero de Hierro. "¡Dále una hostia y se solucionará todo!", le recomendó un amigo. Pero nada. Anelka bajaba la cabeza y recogía su prodigiosa musculatura en un ovillo melancólico. Reclamaba protagonismo y en el Madrid le devolvían miradas de reprobación. Sus elevados ingresos, de cerca de 700 millones de pesetas al año, despertaban cierta envidia por parte de algunos compañeros que, siendo veteranos, ganaban mucho menos.

El clima se enrareció. Anelka protestó sus continuas visitas al banquillo y un día, en vísperas de un partido de Liga de Campeones, en el vestuario del Estadio Olímpico de Múnich, la tensión estalló. Hierro lo cogió por la camiseta y lo zarandeó entre gritos amenazadores. Luego Anelka se negó a entrenarse en cuatro ocasiones al descubrir que su técnico, Vicente Del Bosque, no le hacía jugar como titular en lugar de Morientes. Fue la culminación de la crisis. Un conflicto que se saldó con una multa del club y una suspensión de más de tres semanas de las que Anelka salió con aire indiferente.

Anelka no ha metido ni un gol en esta Eurocopa. Comenzó como titular junto a Henry, pero la prensa de su país se inclina por cuestionarlo. Aprovechando unas molestias que Anelka sufre en la rodilla derecha, de la que fue operado de rotura de menisco, un sector pide su sustitución por Dugarry. El ex delantero del Barcelona tiene el apoyo de Zidane en el vestuario galo. Pero el seleccionador, Roger Lemerre, aún defiende a Anelka y destaca que facilita la creación de espacios más allá de su rendimiento como goleador: "No importa quién marque, lo importante es que Francia meta goles. Y Anelka, con sus movimientos y su velocidad, abre puertas para la llegada de otros jugadores". La velocidad. Esa cualidad sostiene a Anelka en su selección por encima de cualquier otra. Tiene un arranque difícil de aguantar para los defensas. Posee un físico portentoso y sus compañeros le aprecian. Francia es su puerto reparador. En el Madrid, hace poco, un compañero suyo rebajaba su cotización: "Se sostiene por su físico, porque de fútbol no sabe nada... pero que meta goles, que meta goles, así lo venden". El próximo domingo, nuevo capítulo del culebrón Anelka.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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