Epidemia bajo palos
Los errores de los porteros, Inglaterra y Alemania, lo peor del torneo
Los patinazos de los porteros y el desastre de alemanes e ingleses se han convertido, por ahora, en los agujeros negros del torneo, al margen, por supuesto, de la barbarie desatada de nuevo por los hooligans. "Si no pueden parar lo que va dentro, sólo pido que no se metan lo que va fuera". El aforismo que acuñó en su día Alfredo Di Stéfano no ha tenido demasiado eco en el torneo belga-holandés. Desde el trompicón inaugural del belga De Wilde, que pisó la pelota como una piel de plátano y de su resbalón se aprovechó el sueco Mjällby, se han sucedido las fechorías entre los palos.El propio De Wilde se dejó birlar un balón por Hakan Sükur en el partido que dejó en casa a los belgas. Molina se ofuscó de mala manera en su aparatosa salida frente al noruego Iversen. Lo mismo que le ocurrió a Stelea, que andaba pillando moscas por el aire cuando el portugués Costinha tumbó a los rumanos en el último segundo.
Kahn, el bravucón portero de los alemanes, contribuyó a la gloria de Sergio Conçeiçao, al que regaló el segundo gol de forma escandalosa. Menos escandaloso fue, sin duda, lo de Cañizares, que encadenado bajo palos dio aire a los yugoslavos. Como ya había hecho en la primera jornada el esloveno Dabanovic, que se hizo un nudo con un defensa y dejó la pelota sobre la raya para que Milosevic la soplara.
También soplan malos tiempos para Inglaterra y Alemania, dos selecciones que han dado el gran petardazo. El campeonato añorará su ausencia por su elevado rango, no por su plomizo fútbol. El cruce entre ambos era la fecha más esperada del campeonato y resultó uno de los mayores fiascos. En tres partidos los alemanes sólo fueron capaces de marcar un gol. Los ingleses perdieron dos veces la delantera: Portugal le remontó un 2-0 y Rumania un 2-1. Lo de los rumanos fue más grave, porque a los de Kevin Keegan les valía un simple empate.
Los dos transatlánticos han regresado con el casco magullado. Los alemanes con el seleccionador en el paro y dos desaires: Franz Beckenbauer, primero, y Christoph Daum, técnico del Leverkusen, ayer, han rechazado el cargo. Nadie quiere semejante cartucho en la mano y Matthäus ha vaticinado una prolongada travesía para el triple campeón mundial y europeo.
Los ingleses tienen más fe y ayer mismo renovaron a Kevin Keegan, al que piden una revisión total. El técnico no parece haberse enterado. Esta fue una de sus explicaciones al día siguiente de la catástrofe ante Rumania: "Dije a mis jugadores que hicieran como los continentales, que tiraran pelotas a Shearer, sin importarles si tenía un rival a la espalda, porque si nuestro delantero no ganaba el balón iríamos con fe a por el rechace, pero no hemos tenido confianza". Frank Leboeuf, un defensa francés que lleva varios años en la Premier League, en el Chelsea, ha lanzado un mensaje más clarificador: "Los ingleses deberían irse a jugar a Italia o España. Ayudaría mucho a su fútbol".
Mientras ingleses y alemanes se evaporaron por sus propios errores, el campeonato ha despedido sin merecerlo del todo a la República Checa y a Bélgica. Los checos, enquistados en un grupo durísimo junto a holandeses y franceses, fueron injustamente castigados frente a los tulipanes y dieron más que guerra a los campeones del mundo. Sin ellos, el torneo pierde a Nedved -un jugador dinámico y completo como pocos-, y a Poborsky -un futbolista que se agiganta en las grandes pasarelas-. Los belgas, que son los que más han rematado en el campeonato, jamás especularon con el resultado, pero se atragantaron con De Wilde, santo y seña de la epidemia que azota bajo palos.
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