Una juez indomable
La primera persona que los franceses desearían ver compitiendo por el puesto de presidente de la República en las próximas elecciones no es el actual jefe de Estado, Jacques Chirac, ni tampoco su adversario, el primer ministro, Lionel Jospin. No es un político o un intelectual, ni tampoco uno de esos todopoderosos empresarios que manejan los nuevos imperios. Es, según varias encuestas, una juez que, exageradamente quizás, porta el sambenito de justiciera. Los ciudadanos podrían haber elegido perfectamente a magistrados como Renaud van Ruymbeke o Laurence Vichnievsky, pero, por lo visto, es Eva Joly quien mejor encarna la patada judicial al avispero de la corrupción de guante blanco, el puñetazo sobre el viejo tablero de corruptelas y chantajes del sistema político francés. Hay una imagen acuñada el día en el que Eva Joly y sus muchachos de la Policía Judicial hollaron la sacrosanta residencia del muy ilustre presidente del Consejo Constitucional francés, Roland Dumas.En un momento del registro, el "heredero espiritual de François Miterrand", hoy procesado por complicidad en desvío de fondos, cogió su abrigo camino de la salida indicando que debía presidir la reunión de una de las primeras instituciones de la República. Rendidos ante tan definitivo argumento, los agentes judiciales le abrieron paso inmediatamente, pero la encantadora juez, que conserva en todo momento sus buenas maneras, le interceptó con una sonrisa y con la advertencia de que o permanecía en la casa o le hacía detener. El fin de la impunidad es una experiencia por la que también han pasado, de la mano de Eva Joly, el célebre empresario y ex ministro de Mitterrand Bernard Tapie y el omnipotente industrial Loïk Le Floch-Prigeont, presidente de Elf, la petrolera que durante muchos años mantuvo sus tentáculos de corrupción directamente conectados al corazón mismo del Estado francés. Su osadía le ha reportado ataques de los poderosos y de ciudadanos partidarios de mirar para otro lado y no remover los trapos sucios de los políticos y de la Administración. Le llueven calificativos como "juez de hielo" o "la noruega implacable".
Para explicar las razones que mueven su actividad profesional, Joly, sabedora de que tiene demasiados enemigos y demasiado poderosos, ha sacado a la calle un libro: Notre affaire à tous, publicado por una editorial, Editions les Arènes, elegida, dice ella, "porque no pertenece a ningún grupo vinculado a la venta de armamento o a las telecomunicaciones". El libro ya ha recibido varapalos de los políticos y empresarios, sorprendidos por la audacia de esta juez y otros colegas empeñados en actuar contra la corrupción. "No hay nada personal", viene a decir en su libro esta mujer de 56 años, nacida en Oslo (Noruega) en una familia de cultivadores de frambuesas, que a los 22 años abandonó el país de los fiordos para vivir en París como chica au pair. La joven Gro Eva Farsth, su verdadero nombre, se enamoró de un hijo de la familia burguesa que la acogía y acabó casándose con él y adoptando el apellido Joly, bien conocido en los círculos médicos de la capital.
"Soy simplemente una mujer normal que trata de hacer su trabajo pese a la evidente falta de medios de que dispone la justicia. Me duele que me presenten como una mujer despiadada", ha dicho en una respuesta implícita a todos aquellos que, como Christine Deviers-Joncour, la despechada amante de Roland Dumas, la presentan como una juez verdugo, que dirige los interrogatorios blandiendo la amenaza de la soga.
"¿Sabe usted que para todo el asunto Elf disponemos de un investigador y medio, que el número de magistrados franceses es el mismo que existía en tiempos de madame Bovary, que el número de condenas de cargos locales en toda Francia entre 1995 y 1999 asciende tan sólo a 14, que más de la mitad de las grandes empresas francesas tropiezan a diario con la delincuencia financiera?". Con su característico acento nórdico, Eva Joly, madre de dos hijos, uno de ellos abogado, denuncia en voz alta que hoy "se prefiere condenar a los carteristas que a los que roban miles de millones y que todo eso del Gobierno de los jueces son fantasmas propalados interesadamente por aquellos que sistemáticamente ponen los palos en las ruedas de las instrucciones judiciales".
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