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La Fiesta de la Música llena Barcelona de ritmo con más de 250 conciertos al aire libre

Pasear por las calles y plazas de Barcelona, especialmente por las de su casco antiguo, comporta habitualmente el aliciente añadido de disfrutar de conciertos gratuitos. Ayer, este fenómeno se magnificó con la celebración de la Fiesta de la Música, que llenó los 10 distritos de la capital catalana con más de 250 actuaciones musicales celebradas en 70 escenarios, en su mayoría al aire libre. La música clásica se convirtió en la reina de una jornada disfrutada especialmente por los numerosos turistasque paseaban por el centro de la ciudad, pero todos los ritmos tuvieron cabida en esta celebración con carácter internacional y de la que, de un modo espontáneo, participó todo tipo de espectadores.

La Fiesta de la Música, instituida en Francia en 1982, se conmemoró ayer, simultáneamente, en Berlín, Bruselas, Budapest, Estambul, Lisboa, Liverpool, Nápoles, París, Praga, Roma y la capital catalana. En todas estas ciudades se cantó simultáneamente el Himno a la alegría, perteneciente al último movimiento de la Sinfonía nº 9 de Beethoven, interpretado en Barcelona por la Banda Municipal, más de 200 cantantes de los coros de la Federación Catalana de Entidades Corales y el Coro Gospel Barcelona, con la participación especial del barítono Enric Serra. La actuación se llevó a cabo en el emblemático marco de la avenida de la Catedral, abarrotado por cientos de personas que querían disfrutar del denominado Concierto europeo.Muy numeroso fue también el público que se acercó hasta el Teatro del Liceo para disfrutar de las actuaciones coordinadas por Juventudes Musicales de Barcelona. En este caso, al reclamo de la música se añadió la curiosidad que el reconstruido teatro inspira entre los barceloneses. Abuelas desocupadas, familias con niños y melómanos se confundieron en la larga cola que se formó ante el coliseo de La Rambla. A nadie parecía importarle que el concierto se celebrara en el vestíbulo del Liceo, en el que se habían habilitado un centenar de sillas. Fueron insuficientes para albergar a todos los aspirantes a espectador, y los excluidos siguieron guardando cola a la espera de que, entre obra y obra, se produjera el relevo de asistentes que les permitiera el acceso.

Pero la espera, animada por el constante tráfico de transeúntes que registra La Rambla, no les privó de música. Desde media tarde y hasta primera hora de la noche, el paseo fue tomado por lo que los organizadores han bautizado como "musicalesas": paseo arriba, paseo abajo, una veintena de músicos repartidos en cuatro coches de caballos regalaron sus temas a todo aquel que quiso escucharles.

A pocos metros del Liceo, el Mercado de la Boquería daba la bienvenida a sus clientes con música en vivo. En un enorme escenario instalado en el acceso principal del mercado, los alumnos de las diferentes escuelas privadas de música de Barcelona demostraron, a modo de festival de fin de curso, los conocimientos adquiridos durante todo el año. Desde los cuatro años en adelante, alguno semioculto tras un instrumento casi mayor que él, decenas de aprendices de músico tuvieron sus minutos de gloria ante familiares, amigos y extraños. La ocasión propició estampas sorprendentes, como la de dos pescaderas, tocadas con el delantal y los guantes propios de su oficio, embelesadas ante el virtuosismo de un precoz clarinetista. Restaurantes, museos, comercios y estaciones de metro fueron otros de los escenarios improvisados en los que, por un día, sono la música en vivo.

La de ayer fue también una buena oportunidad para coleccionistas y consumidores de música enlatada en general. La Fira de la Música pobló La Rambla de casetas de asociaciones, escuelas, promotoras musicales, revistas y comercios, que vendían discos a bajo precio y ofrecían descuentos en todos sus productos.

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