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L'Ovidi

Mañana Alcoi se vestirá de gala para presentar la Obra discográfica completa de Ovidi Montllor y rendirle un serio homenaje varios años después de su muerte, en la primavera del 95. Poco antes de la fecha aciaga, la Societat Coral El Micalet, que fue su Lido valenciano, su Palau le rindió uno de los homenajes más devotos de cuantos recibió en vida. Con la voz rota, a media asta se despidió de nosotros haciéndonos creer que el médico de Zaragoza iba a resolver en un santiamén aquella carraspera aguda que se había alzado contra la voz más grave y a la vez inocente de nuestros sueños izquierdistas y libertarios de tantos años atrás.Unos meses antes recitó poemas en la Escola Pía de Valencia, después de un enigmático concierto de campanas que parecía responso adelantado y civil de una muerte anunciada. En la sacristía, y con ese gesto de circunspección meditada, burlesco y profundamente inocente, se disculpó por no poder darle al Estellés de rigor los matices exigibles de la carne, en un lugar tan... apropiado.

Después desapareció en los callejones que llevan a la cita fatal, mientras crédulos, creímos que, efectivamente, iba a restablecerse. Cuando me volví a encontrar con él, era ceniza atacada fieramente por una lluvia contumaz, aquel domingo primaveral, inusualmente frío, en que le rendimos homenaje en Alcoi bajo un lago de paraguas que para mi gusto fueron pocos paraguas. Escribí entonces que la lluvia no justificaba las ausencias, y que en ese acto póstumo Alcoi estaba más pendiente de un campeonato de ciclo-cross que se desarrollaba pese a la lluvia doscientos metros más allá del cementerio que de su estandarte proletario, del hombre de negro dibujado en la sombra de la conciencia de quienes querían salir del franquismo hacia metas de libertad e igualdad que pudieran escribirse en mayúscula. Me entristeció que aquel entierro alcoyano fuese tan parco en gente, y sentí la amargura que Ovidi me había confesado aquella memorable jornada que compartimos en el Barri Gòtic de Barcelona varios días antes de la muerte de l'Estellés, cuando recordaba que se sentía como un kleenex, usado por políticos para ganarse lo que no eran durante muchos años y silenciado después como artista para que su ironía no les recordase el fraude.

Mañana Alcoi se vestirá de gala y dirá todas sus palabras para que Ovidi le perdone; y sus amigos de siempre se volverán a emocionar porque se hizo lo que tocaba, y le verán como se ve a los artistas de tronco recio, un poco de incógnito entre las bambalinas, quizás despistado en la fila 14 de platea, inquiriendo amablemente a algún joven hijo de aquellos que le llevamos por tientas y varaderos a escupir al régimen de los curas, los militares, los parásitos, los propietarios y los fachas si ese homenaje es a un tal Ovidi que llevó el alfanje moro a pie de guitarra sin desenfundarlo jamás, o si, mira tú, por unas cançonetes con cierta gracia tanto alboroto. Ovidi era así, tierno y asequible, humilde y sufridor, valiente sin aspavientos y artista de austeridad ligada a la escasa alegría que el entorno prestaba a cometido tan útil como peligroso. Cuando suene la guitarra de Toti Soler y las canciones-emblema de l'Ovidi ocupen el perceptible espacio de las emociones revividas de quienes le quisieron, respetaron y honraron cada día y siempre, seguro que en un lugar inverosímil del teatro estará él haciendo muecas contra la desmesura y recitando en silencio más sarcástico que nunca: Tot ben senzill/ i ben alegre./ Em creureu mort./ Jo no hauré mort./ Faré vacances!/.

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