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EUROCOPA 2000Los partidos de ayer

Turquía da el gran golpe

Dos goles de Sükür y la desastrosa actuación de su portero dejan a Bélgica fuera del torneo

José Sámano

La Eurocopa despidió ayer a uno de sus anfitriones, Bélgica, y lanzó a cuartos de final a un invitado inesperado, Turquía. Los turcos lograron la gesta en el mismísimo Heysel, ante 30.000 belgas que pasaron una de las peores noches de su vida. Por insospechada, por el diminuto tamaño exhibido por su rival y por la increíble concatenación de ocasiones falladas por sus jugadores, que ni siquiera fueron capaces de arañar un empate, lo que les hubiera servido para la clasificación. Bélgica, muy superior a su enemigo de anoche, quedó hecha trizas por una pifia escandalosa de su portero De Wilde. Un golpe durísimo del que no pudo rehabilitarse y que supuso la primera derrota en la historia de los belgas ante su enemigo de anoche.Cuesta creer que un equipo tan desorganizado como el turco siga con un hueco en un torneo como la Eurocopa. Cierto que Bélgica no da para mucho, pero Turquía es una selección tácticamente descuartizada y con apenas un par de jugadores notables, Sükür y Arif Erdem. Su convivencia tampoco es un ejemplo: sus jugadores riñen en grupo hasta cuando la pelota está en juego. Se abroncan entre ellos y están a un paso de abofetear al entrenador, Mustafa Denizli. Casi se atreve Tugay, uno de los veteranos, que al ser relevado pasada la media hora de juego decidió salir del campo por la banda contraria al vestuario, darse una vuelta por la pista de atletismo del estadio de Heysel jurando en arameo y, al desfilar junto al banquillo donde estaba su míster, tirarle literalmente las espinilleras a la cara. Falló el tiro por milímetros.

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Con este aspecto, Turquía se llevó un baño durante toda la primera parte y buena parte de la segunda. Con un 60% de posesión de balón y 20 remates a puerta por cuatro de los turcos, los belgas les arrearon de lo lindo y, con una facilidad pasmosa para su limitado talento, crearon hasta una docena de ocasiones clarísimas, la mayoría inventadas entre Nilis y Wilmots, los más aventajados de la escena belga. En los dos partidos anteriores, Waseige, el técnico belga, se había dado el capricho de prescindir de Nilis en beneficio del croata nacionalizado Strupar, un jugador menor en todos los sentidos.

Dispuesta a no negociar el empate que necesitaba para la clasificación, Bélgica se echó el partido a cuestas desde el inicio. Superó a su rival por todos lados. Le dejó sin pelota, le destrozó por velocidad por los costados y por orden y sentido del juego por el centro. Que los belgas acertaran con el gol era una simple cuestión de tiempo. Sin embargo, varios accidentes consecutivos retorcieron la jornada para los locales. Primero un gol mal anulado a Emile Mpenza, poco después el espinillerazo de Tugay y más tarde la lesión del árbitro, el danés Nielsen, que fue sustituido al sufrir un tirón en su pierna derecha y, tras varios minutos detenido el encuentro, dejó el puesto al austriaco Benko, que el miércoles llegará más cansado de lo que pensaba al España-Yugoslavia. Tres incidentes que alteraron el curso de la noche. Y en medio del caos los turcos pillaron un botín con el que no contaban. Arif Erdem -el jugador recientemente fichado por la Real Sociedad- dio el primer aviso. En una gran jugada por la izquierda, rebosante de potencia y velocidad, el zurdo extremo turco se presentó ante De Wilde, que acertó a dar un manotazo al balón. Pero como ya sucedió en el partido inaugural frente a Suecia, el veterano De Wilde resultó una calamidad.

Al borde mismo del descanso se comió otro gol humorístico. Hakan Sükür siguió con la vista y cierta desgana un zurriagazo sin sentido de uno de sus centrales, Valgaeren la dejó pasar, contando con el sencillo auxilio de su portero. El balón botó sobre la cal del área pequeña y De Wilde (1,81) perdió el salto con Sukur (1,91). Ni siquiera contrarrestó los diez centímetros de desventaja dando vuelo a sus brazos. Para cerrar su estrepitosa presencia en el campeonato, De Wilde acabó el partido expulsado y dejando a su compañero Deflandre bajo los palos.

Un gol disparatado que traumatizó a toda Bélgica y provocó un alboroto impresionante en el sector turco. En medio de la angustia, el equipo local embistió cuanto pudo. En el primer tramo del segundo periodo, Mpenza falló dos remates de cabeza sin un turco que le incomodara. El equipo de Denizli bajó entonces la persiana y puso un ladrillo tras otro delante de su portero Rüstü, que tuvo la noche de su vida. Turquía ni quiso ni pudo dar tres pases seguidos. Defendió con todo hasta que Sukur, su estrella, el nuevo fichaje del Inter de Milán, encontró la rendija necesaria para despedir a los anfitriones. Volcados los belgas, Okan encontró una autovía despejada frente a De Wilde y, tras una carrera en paralelo con su delantero, con los defensas belgas varios metros atrasados con la lengua fuera, le cedió plácidamente la pelota para que la acercara a la red. Estupefactos por lo sucedido, los belgas sacaron el pañuelo y firmaron su rendición en medio de los olés de los miles de hinchas turcos que se frotaban los ojos en las gradas. Nunca un anfitrión lo tuvo tan fácil y terminó tan magullado. Un azote que tardará en olvidar el modesto fútbol belga. Una hazaña para el caótico y volcánico fútbol turco.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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