Oratoria
El oficio de diputado de provincias es tan melancólico como el de viajante de comercio. El diputado de provincias está obligado a la rutina del traslado a Madrid, sometido a la tiranía de los horarios de los aeropuertos, a transportar una maleta meditabunda de cuero donde guarda su muestrario de ideas, a la soledad del hotel y de la noche y, ya en el Congreso, a una tarea que, siendo de grave responsabilidad política, podría superar cualquier adolescente: apretar los botones del sí y del no de acuerdo con las órdenes recibidas de antemano. A lo sumo, el diputado de provincias participa en una comisión.Su gran día se sustancia cuando, en contra de los hábitos burocráticos, toma el micrófono y plantea una pregunta. Este trance, sin embargo, es más complicado, y requiere no poca habilidad, cuando el diputado comparte partido con el ministro al que interroga. La pregunta, entonces, es blanda, delicada y mórbida: a batallas de amor, campos de plumas.
A Blanca Fernández-Capel, diputada del PP de Granada, se le ocurrió un buen día preguntar, aunque seguramente ya conocía la respuesta, si el Gobierno iba a respetar el equilibrio biológico mundial. Pero ¿cómo una diputada iba a preguntar así, simplemente, 'mire señor ministro, usted va a respetar la biodiversidad'? ¿Es que ya no existe la oratoria forense? ¿Es que se puede desperdiciar la oportunidad del lucimiento? No señor.
"Señor ministro, dice Rifkin, en uno de sus últimos best-seller sobre biotecnología, que nunca la historia de la humanidad ha encontrado una sociedad tan mal preparada para las nuevas oportunidades, las dificultades. (...). El cambio que estamos viviendo (...) tendrá una impronta mucho mayor que la que supuso el Renancimiento. Pero nuestras previsiones de futuro son inciertas. ¿Cómo podríamos vivir sin lo desconocido?, se pregunta René Char".
La intervención de la diputada continuó por derroterros similares, entre meandros y bahías, amparada por el best-seller de Rifkin y la inquietud sin respuesta de Char. La pregunta y su respuesta fue enviada luego a los medios informativos locales, como un ejemplo del alto estilo con que intervienen los diputados, y sobre todo, como muestra del amor propio con que los diputados de provincias combaten el desarraigo, el rutinario oficio de oprimir botones y de aplaudir las intervenciones ajenas.
ALEJANDRO V. GARCÍA
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