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El auténtico camino para la paz

EDUARDO URIARTE ROMERO

Aunque el lehendakari haya estado en el doloroso momento del asesinato de Jesús Mari Pedrosa más educado y conciliador con los allegados y compañeros de la víctima, aunque parezca más rotundo y sincero en el anuncio de la ruptura de los acuerdos con EH, no deja de emitir, ni siquiera en esos momentos y aunque no sea con mala voluntad, un discurso que connota, si no denota, una cierta legitimación de la violencia. "No hay caminos para la paz, la paz es el camino", cantaban los Beatles en los setenta el lema de Gandhi. Querían decir que el camino para la paz es la paz, medio y fin se confunden. Además, esto no es Sierra Leona, ni siquiera Irlanda del Norte, ni tampoco la dictadura del Caudillo, por mucho que se empeñen en demostrárnoslo, precisamente a base de muertos inocentes, unos personajes incalificables. El "marco jurídico-político" es homologable, e incluso mejor en el respeto a las nacionalidades, al de cualquier régimen democrático avanzado de nuestras latitudes. En Euskadi es injustificable esta violencia.

Pero el lehendakari, en el último párrafo de su condena institucional del asesinato, desliza algo que para muchos no es aceptable: "En estos momentos la sociedad demanda de nosotros honestidad para buscar puntos de encuentro y responsabilidad para avanzar en el auténtico camino para la paz". Resulta preocupante la denuncia que se aprecia, es decir, que con anterioridad no se buscaran puntos de encuentro. ¿No será al revés? ¿No será que con el abandono por su parte del gran punto de encuentro del Estatuto se ha producido la mayor fractura del pueblo vasco y que el terror y el miedo penetra hasta los huesos en esta situación? Ni podemos llorar juntos; nunca hemos sido menos comunidad política, menos nación, que con un Gobierno nacionalista. Pero esto no es nuevo, en otras naciones, entre ellas la España del Movimiento, ya lo han vivido en este siglo.

Es de preocupar ese calificativo tan nacionalista de "auténtico", que supone que lo anterior ha sido falso. Me preocupa la alusión al "camino para la paz", porque la paz es el camino. Yo soy de los Beatles. Otra vez el discurso nacionalista: hay que seguir y seguir buscando caminos auténticos, porque a cada pausa para tomar aliento nos ponen el cadáver de un inocente para que nos estimule a seguir buscando, sin tiempo para pensar. Buscando y buscando para encontrar no ya una meta, sino el incontrable auténtico camino que a su vez conduce a la paz, y así legitimando y dando sentido a la violencia sin sentido de una minoría. Pero ni siquiera llegando a lo que quieren -la ofrenda de la libertad del ciudadano- encontraríamos la paz, sería una vuelta a empezar. Porque no hay solución política ante este tipo de crueldad.

Nos quieren en marchas forzadas. No hay que gozar con lo conseguido, hay que llorar por lo inalcanzable, hay que poner a todos los vascos, como reclutas, a liberarse de la molicie, a buscar, a marchar, a encontrar. El nacionalismo es un ansia patógena. Y el que mire hacia atrás, descanse en la marcha, y diga qué bello, cuánto se ha conseguido,cuántos niños hablan euskara, qué carreteras, qué museos, ni siquiera tendrá el consuelo de ser convertido en estatua de sal: le convertirán en traidor, en opresor, en objetivo. Este ansia generalizada a todo el nacionalismo, esta insatisfacción, algunos de ellos la intentan superar con la droga dura del rito sacrificial, y los que no se atreven a tanto y en el fondo adoran el rito en una misma liberación necesaria de sus ansias, van pregonando que algún conflicto político habrá para que se produzcan estas monstruosidades.

El discurso institucional del lehendakari Ibarretxe de condena del asesinato parece que iba dirigido a todos los demócratas, pero sólo es asumible en su parte política por los nacionalistas ansiosos de procesos, de proyectos, de caminos auténticos para llegar siempre a la misma tragedia: cambiar la víctima propiciatoria por la independencia o el soberanismo.

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