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La otra cara del espejo

A Juan no le gusta lo que ve cuando se mira al espejo. "Delincuente", "mala pieza", "carne de talego". Esos son algunos de los apelativos que ha recibido a sus 16 años. Lo mismo les ocurre a otros 14 chicos ingresados con él en el centro de reforma de El Madroño, un internado del Gobierno regional, ubicado en Carabanchel, para menores de 18 años que se han saltado la barrera de la ley.Los jueces lo dijeron bien claro: esos chicos son autores, o presuntos autores, de delitos graves como robos con intimidación (el caso más habitual), agresiones o abusos sexuales (mucho menos frecuentes). Por eso les han privado de libertad hasta que les juzguen.

Sin embargo, desde hace un mes, Juan y sus colegas se ven a sí mismos con otra imagen, cuidando amorosamente de niños pequeños a los que enseñan cómo plantar una petunia o cómo cuidar a un pollito recién nacido. Todo empezó el 18 de mayo, cuando el equipo directivo del centro decidió emprender una innovadora experiencia: organizar visitas de escolares a la granja de aves y ovejas que existe en el centro desde su creación en 1987 y convertir a los propios internos, que a diario cuidan de los animales y del jardín como una forma de terapia, en monitores de los niños.

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Victor García, director de El Madroño, explica que lo que se pretende es trabajar aspectos positivos de la personalidad de estos chicos para neutralizar las tendencias violentas de las que han dado ya muestras. No se trata de que eludan responsabilidades sobre los daños causados, sino de evitar que sigan por el mismo camino.

"Cuando estos chavales enseñan a los niños pequeños a cultivar una planta están desarrollando actitudes positivas como la solidaridad, la paciencia o la capacidad de entrega", explica.

Paciencia es lo que demuestra Imad, un interno de 17 años, cuando tres chiquillos del centro de acogida Rosa empiezan a colgarse de su cuello. "A mí esto de los niños se me da bien, porque somos 10 hermanos", explica este joven marroquí que lleva dos semanas en el centro. Y debe de ser cierto porque los críos le siguen como si fuera el flautista de Hamelín. "Venga, chavales, vamos a ver las gallinas", ordena tomándose a rajatabla su papel de monitor. Y allí van todos.Ana (nombre ficticio), de 17 años, la única chica ingresada ahora en El Madroño, no tenía experiencia con niños. Pero se afana enseñando a un grupillo de visitantes cómo pintar unos pollos de madera que han recortado en el taller de carpintería. "Son muy cariñosos y da gusto estar con ellos, aunque el primer día que vinieron de visita estábamos muy nerviosos y no sabíamos ni qué hacer", asegura convencida.

Juanjo, nacido en un pueblo de Extremadura, no sabía nada de huertas, pollos ni faisanes cuando llegó a El Madroño, hace casi dos meses. Ahora enseña a los niños más pequeños cómo funciona la incubadora de huevos que tienen en el corral. "Cada vez que vienen nos lo pasamos todos muy bien", asegura.

Desde mayo han pasado por el centro cinco grupos de niños de 3 a 8 años. Cuatro procedían de centros de acogida de chavales desamparados de la Comunidad y el quinto de una escuela infantil de Leganés. A partir de septiembre se ofertarán estas visitas a los colegios de Carabanchel y a centros de discapacitados.

La jornada comienza a las 10.00. Una vez que los niños visitantes bajan del autobús, los internos de El Madroño les reciben con camisetas y pegatinas con el emblema de su granja-escuela, un pollito con aire acelerado.

Cada día ejercen de monitores la mitad de los 15 internos y el resto prosigue con sus actividades cotidianas. "Todos quieren participar, pero como los grupos de visitantes suelen ser de unos 20 niños, no tiene sentido que haya 15 monitores", aclara García.

Un grupo de internos muestra a los pequeños el corral con las gallinas, las ocas, las perdices, los conejos y los faisanes que ellos cuidan y les enseña a plantar flores. Mientras, otros elaboran trufas de chocolate y pintan marcos de madera para que, al final del día, cada pequeño visitante pueda llevarse de recuerdo una fotografía con uno de los animales de la granja. Campeón, el pacienzudo perro del centro, es uno de los más solicitados.

En ninguna de las visitas se ha producido el menor incidente. "Todo lo contrario, los chavales internos cuidan con mimo a los chiquillos que vienen", afirma el director. En cualquier caso, si un chaval internado mostrase una actitud que pudiera ser negativa para los niños se esperaría hasta incluirlo en el programa de actividades. Además, en todo momento están presentes los monitores de El Madroño y del centro visitante.

El día en la granja-escuela suele concluir con sesiones fotográficas. Las placas muestran a un montón de adolescentes satisfechos rodeados de chiquillos, patos y ovejas. Aunque no lo parezca, son los mismos que arrastran una densa historia a sus espaldas.

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