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Reportaje:

Náufragos de Occidente

Tereixa Constenla

Hay jóvenes que tienen la entereza que se le presumiría a Matusalén por viejo. A Mounia Chauttou se le notan sus 18 años en los restos de acné, en la facilidad para reírse y en su devoción por el walk-man, el mejor acompañante para vencer la soledad del hospital gaditano de Puerta del Mar, donde se recupera de las heridas que le causó la hélice de la patera la noche que naufragó.No ha pasado ni un mes desde que vio morir a seis personas, desde que su propio cuerpo estuvo a punto de acabar en el Estrecho, una fosa alfombrada por cadáveres anónimos. El mar escoge. A Mounia la rechazó y la convirtió en una de las náufragas más jóvenes del éxodo del Sur. Ayer mismo, la Guardia Civil detuvo a 10 marroquíes sin papeles -uno de ellos menor- en el Campo de Gibraltar (Cádiz) y a las cuatro personas que los transportaban, informa Cándido Romaguera.

La madrugada del 12 de mayo partió de una playa de Tánger (Marruecos) con dos únicas advertencias de los organizadores de la travesía: mantener un hermetismo absoluto si los detenía la policía española y cambiarse de ropa para no llamar la atención.

Fruto de un arrebato paternalista, el traficante también pensó en Mounia al pedir a sus compañeros que la cuidasen. Durante las primeras cuatro horas, los ocupantes (entre 45, según el parte policial, y 60, según la joven) bregaron contra los calambres y las imprecaciones del patrón, que les ordenaba callar y agachar la cabeza. Con él viajaban otros dos marineros expertos. "Se notaba que habían hecho el viaje otras veces, a menudo paraban la embarcación para que no se oyera el ruido del motor", recuerda.

Hasta que el motor calló solo y se negó a arrancar. Mounia fue la primera en echarse a llorar, pero no la única: "El patrón intentaba tranquilizarnos diciendo que ya estábamos llegando a la costa y que él también temía por su vida, que no quería morir". Después de múltiples intentonas, lograron poner en marcha la embarcación de nuevo, justo para entrar en el punto de mira de una patrullera de vigilancia española.

Cundió el pánico, trataron de parar el motor y algunos ocupantes saltaron al agua. Seis, si la memoria de Mounia no falla. Una mujer y cinco hombres que no sabían nadar y que, entre el pánico de frustrar el sueño de cambiar de orilla y el abismo del mar, optaron por el órdago imposible, alentados por las luces engañosas de la costa y las buenas palabras del patrón. "Decía que nos tirásemos, que la tierra estaba muy cerca", narra. Mounia Chauttou fue la última en saltar al agua. Tampoco sabe nadar y sólo se decidió cuando la patera volcó, desequilibrada ya por la histeria colectiva. Gritó al lanzarse, notó que algo le sujetaba la pierna derecha y tiró con fuerza para separar su extremidad de la hélice. Ni siquiera sintió dolor al desgarrarse la carne, sólo pensó que gritaba por última vez. Pero el mar escoge. Y Mounia dio con "una roca", donde esperó a la patrullera con otros seis compañeros de odisea. Revivir aquéllo es lo único capaz de ensombrecerla: "Cuando lo recuerdo, comienza a dolerme la cabeza. Si no hubiera llegado la lancha, me habría muerto".

La intervinieron en el hospital Puerta del Mar, donde recibe visitas de marroquíes desconocidos que se cuentan de boca en boca su historia y la llenan de regalos. Un teléfono móvil, un Corán, música árabe y el walk-man.

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Al otro lado del Estrecho, nadie sabe la verdadera odisea de la joven. No quiere preocupar a su familia. Ha suavizado el cariz de su herida y ha ocultado por completo el naufragio y la detención policial. A su abuela, minusválida, le ha contado una verdad a medias. Que está en España, el objetivo. "Ella tiene la idea, igual que yo, de que todos los que vienen aquí encuentran trabajo y viven mejor", dice.

A la edad que miles de estudiantes españoles preparan la Selectividad, Mounia Chauttou empeñó sus escasas joyas familiares y logró reunir 180.000 pesetas para comprar un pasaje incierto, después de probar trabajos mal pagados -fue costurera y empleada de hogar- en Kenitra. Convaleciente aún, ha recibido ya la notificación que abre el proceso de expulsión a Marruecos. "Después de haber pasado por todo esto, pensar en volver..", deja la frase en el aire y apuntilla: "Volvería a intentarlo".

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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