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TENIS Torneo de Roland Garros

Conchita rompe con lo establecido

La aragonesa se clasifica para la final tras doblegar a Arantxa en su derrota más severa en París

El sol estaba en lo más alto cuando Conchita Martínez levantó los brazos y dirigió una sentida mirada hacia el palco donde se encontraban sus padres y sus dos hermanos. Su amplia sonrisa, sus ojos vidriosos, toda su gesticulación delataban que se trataba de un gran momento, uno de aquellos instantes que queda grabado en la memoria para toda la vida. No es que la aragonesa, de 28 años, hubiera ganado el torneo, pero acababa de dar un paso de gigante en sus aspiraciones. Conchita ganó a Arantxa Sánchez Vicario en la central de Roland Garros por 6-1, 6-2 en 1 hora y 19 minutos, y se clasificó de esta forma para la final."Es un gran día", confesó Conchita, campeona en Wimbledon y finalista del Open de Australia. "Por primera vez en mi vida, hace un mes me desperté y recordé el sueño que acababa de tener: ganaba en Roland Garros. En este sentido, jugar ahora la final es un sueño que se está haciendo realidad. Estaba muy mentalizada para ganar hoy aquí, y tengo ganas de ser la campeona". Su victoria rompió todos los esquemas. No porque Conchita no tenga recursos sobrados para ganar a Arantxa, sino porque históricamente la menor de los Sánchez Vicario ha mantenido siempre un ascendente psicológico importante sobre ella y la ha ganado la mayor parte de las veces (13-3, hasta ayer).

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Sin embargo, cuando ayer las dos jugadoras saltaron a la pista, lo hicieron con unas connotaciones distintas a todas las anteriores. Conchita había perdido ante Arantxa las últimas siete veces. Pero eso no pesó ayer en la central. La aragonesa juega esta temporada con una nueva mentalidad, consciente de que su tiempo se acaba y de que no puede desperdiciar ninguna oportunidad. Y además ha madurado. Su mente piensa de otra manera desde que a finales del año pasado su padre luchó contra un cáncer y lo acabó superando.

En eso ha contribuido también su nueva entrenadora (desde hace algo más de un año), la argentina Patricia Tarabini, su compañera de dobles, y del psicólogo con el que viene trabajando en los últimos años, Guillermo Pérez. "Sí", confiesa Conchita, "creo que por fin he logrado superar un aspecto psicológico que me llevaba a perder frente a Arantxa. En los últimos partidos la tuve ahí, pude ganarla, pero siempre perdí con ella. Y creo que era debido a su fuerza mental. Todos sabemos que ella nunca se entrega. Tenía que poder cerrar los partidos, y en ese aspecto hemos estado trabajando".

Conchita no estaba esta vez dispuesta a perder el partido. Y cabe suponer que Arantxa se quedó con esta premisa. Desde los primeros compases, el juego no fue por los derroteros habituales. No. No era Arantxa la que marcaba la cadencia, la que de una u otra forma acababa ganando los puntos, la más positiva. Esta vez, la aragonesa, que no había jugado aún un buen partido en París, dejaba que su brazo derecho trabajara con soltura, marcaba bien los tiempos, y con su drive mandaba bolas profundas, cercanas a las líneas, moviendo a Arantxa de un lado a otro. Y esos constantes cambios de ritmo y la solidez mental que estaba demostrando Conchita, acabaron por desesperar a Arantxa. La barcelonesa tuvo que forzar. Tuvo que acercarse a la red, dar más profundidad a su juego, ser más agresiva. Y falló más de la cuenta.

"No es ella la que ha ganado; el partido lo he perdido yo. He fallado mucho", se lamentó Arantxa. "Tuve mis oportunidades, y pensé que podía remontar cuando en la segunda manga levanté un 2-0 e igualé a dos juegos. Pero fallé demasiado, y no puedes cometer tantos errores cuando te enfrentas a Conchita. No podía atacar ni defenderme, las bolas se me iban, siempre perdía los puntos".

Ésa fue en gran parte también una consecuencia del excelente juego de Conchita, que adquirió una rápida ventaja de 3-0 en la manga inicial y la dominó por 6-1 en cuestión de 38 minutos. La decisión de la aragonesa en todos sus actos sorprendió a todo el mundo, pero no evitó cierta incredulidad. A pesar de su evidente superioridad, pocos confiaban aún en su victoria. Y menos, cuando Arantxa le igualó a dos juegos en la segunda manga. Pero al instante, Conchita rompió en blanco el servicio de Arantxa. Un juego crucial: ahí demostró todo lo que había cambiado. Y ganar era sólo cuestión de minutos.

Después, las dos se dieron un beso en la red, y la situación se repitió en el palco, donde la madre de Arantxa felicitó efusiva a los padres de Conchita, ubicados justo en la fila de detrás en el palco. Y entonces, fue cuando Conchita, que ya salía de la pista con el aplauso de los aficionados, miró a su padre: "Con todo lo que pasó, verle aquí de nuevo en Roland Garros, estando tan bien y sonriendo, es algo importantísimo para mí".

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