Caótico homenaje
Basta con leer el programa de mano, y su intento de definición del espectáculo que se propone, para sospechar que el nivel conceptual de sus proyectos no es el fuerte de La Fura dels Baus, que desciende muchos puntos respecto de su escalafón inicial en cuanto trata de meterse en profundidades distintas a las de la agresividad primaria y espectacular.Es normal que La Fura trate de evolucionar hacia un cierto clasicismo, dado que su vía anterior estaba agotada y sin posibilidad de evolución a partir de ella misma. Pero para lograr del todo ese objetivo, como ya se vio en su aproximación al mito de Fausto, tal vez deberían prescindir todavía más de antiguas adherencias, si es que desde aquellas posiciones iniciales es posible derivar hacia el clasicismo con alguna seriedad. Es en cierto modo como si Bertín Osborne se empeñase en cantar ópera, qué quieren que les diga. Es muy saludable, y muy espectacular, destrozar vehículos usados a martillazos o golpearse contra una lona que desparrama la pintura encerrada en globos, pero no parece que uno pueda pasarse así toda la vida, por entusiasta que sea esa liberadora actividad. Antes o después, los creadores de esa línea vuelven su mirada hacia los referentes clásicos, en una operación que no siempre dispone de la mejor impedimenta para llevar a buen puerto sus nuevos propósitos.
Ombra De La Fura dels Baus
Intérpretes, Isabel Rocatti, Abraham Hurtado, Oscar Rabadán, Juan Navarro. Bailaor, Javier Latorre. Cantante, Lisa Danna Routh. Iluminación, Germinal Ruiz. Vestuario, Marga Binoux. Escenografía, Jordi Castells. Video, Jordi Casinos. Música, Miki Espuma. Coreografía, Javier Latorre. Guión y dramaturgia, Hansel Cereza, David Marín. Dirección, Hansel Cereza. Teatro Principal. Valencia
En esta ocasión el mito de referencia es García Lorca "como hombre", y para ello se ha confeccionado un trabajoso libreto estructurado en un sinfín de distinciones que quieren ser globalizadoras sobre la persona del poeta granadino y sobre su obra y que parecen tan arbitrarias como cualquier otra ocurrencia.
Algunos de los asombrosos poemas de Nueva York se van desgranando como quien saluda a los vecinos al levantarse por la mañana, lo que además de resultar engorroso y poco verosímil no hace sino trivializar la obra mayor de Lorca. Algunos hallazgos muy en la línea espectacular de La Fura de siempre, en la segunda mitad del espectáculo, no bastan para recuperar lo perdido en un homenaje cargado de honestidad y buenos propósitos "deconstructores" pero que no acaba de fundirse en un montaje uniforme donde se buscaba el triunfo del mestizaje a partir de una cierta comprensión de las nuevas tecnologías. Quizás es que la obra -y la vida- del poeta no requieren de aportaciones más o menos digitales para ser ni explicada ni explicitada.
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