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De la sombra a la luz

Un callo en la mano revela que es un agricultor ocasional. La huerta de Villaverde de Trucíos que le concede el descanso ocasional le devuelve a la dureza del trabajo manual. No era lo suyo. Y lo acusa. Y lo agradece. Carlos Trevilla es un hombre de ideas. Lo suyo ha sido desde siempre la formación y el análisis, por eso imprime a su actuación un carácter didáctico. Su perfil no es el habitual en los dirigentes políticos y sindicales. "El cura", como le conocían sus compañeros de UGT, (en USO, esto resultaba más común) parecía más predestinado a estar en la sombra, asesorando, entreviendo y prefigurando la acción y la reflexión sindical. 20 años en la dirección del sindicato atestiguaban esta función. Las mayorías que concitaba en cada elección (incluso superiores a las del secretario general correspondiente) la explicaban.

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Pero Carlos Trevilla finalmente dio el paso y sucedió a Josu Frade en 1998 tras concitar un nuevo apoyo masivo. Ahora debía añadir a la reflexión habitual y a la didáctica personal el valor añadido de la imagen social del sindicato, al que llegó procedente de la Unión Sindical Obrera, como un hijo sindical de Zufiaur y Boni Rojo.

Trabajador de Babcock Wilcox, puesto que desempeñó al mismo tiempo que desarrollaba su trabajo sindical, Carlos Trevilla es un adversario difícil para sus oponentes sindicales. Rara vez se altera y rara vez escapa del planteamiento global que transita por su cabeza.

Sin embargo, este sindicalista permanente acusa, como la mayoría de los ciudadanos, el debate espiral del problema vasco. Acostumbrado a los problemas cotidianos de los trabajadores, lo demás se antoja demasiado retórico aunque centralice, afecte y condicione la actividad sindical y política en el País Vasco.

Estructuralmente, Trevilla ha visto la vida desde dos atalayas. Primero desde el seminario; después, desde el sindicato. Pero la vida se le ha llenado de otras cosas. De su familia (está casado y tiene dos hijos), de los cambios profundos de la sociedad, de la Universidad (fue miembro del Consejo Social de la UPV), desde la fábrica (en el servicio de recursos humanos de Babcock Wilcox), de su pasado clandestino como requería la ocasión, del vértigo que produce el laberinto cotidiano del País Vasco.

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Y de libros. En la mesa del pequeño despacho de la sede de UGT de Euskadi, en Bilbao, reposa un libro Aquí no puede ocurrir, de Joaquín Estefanía. Pero ocurre. En breve partirá hacia Lisboa para asistir a una manifestación de trabajadores europeos porque la globalización alcanza a todos los ámbitos. El mundo siempre ha sido demasiado grande para meterlo en una sola casa. Tiene demasiadas ventanas.

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