Juicio contra 3 acusados de matar a un millonario porque les humillaba
Un tribunal popular empezó a juzgar ayer en Barcelona a tres personas acusadas de matar a puñaladas en 1997 a Pere Corbella Canturri, de 62 años, un millonario con el que habían compartido numerosas noches de alcohol y sexo, hasta que en uno de esos encuentros lo mataron. El móvil no fue económico ni amoroso. La fiscalía sostiene que lo asesinaron porque estaban hartos de las humillaciones verbales y los desprecios que sufrían del millonario.
El fiscal solicita para cada acusado -un hombre y dos mujeres- 18 años de prisión por asesinato, mientras que las defensas reclaman la absolución porque consideran que sus clientes estaban bajo los efectos de la droga y el alcohol y no se puede precisar quién apuñaló a la víctima. Los acusados coincidieron en que no recordaban los hechos o que no participaron en el crimen.Pere Corbella había heredado una enorme fortuna inmobiliaria de su madre y se separó de su esposa en 1996, cuando tenía 61 años. A partir de entonces vendió algunas propiedades y decidió gastar el dinero en satisfacer sus placeres sexuales de manera desmesurada. Un año después de la separación, por ejemplo, recibió 100 millones de pesetas de su ex esposa por la venta de parte del edificio y el terreno del colegio Mare de Déu de Núria, en Barcelona.
Con ese dinero fresco, Corbella aumentó sus visitas a los locales de alterne, saunas y establecimientos similares, según la tesis de la fiscalía. En uno de éstos, conoció a Montserrat de Wilde, una prostituta de 27 años, y Enrique Izquierdo, de 38 y relaciones públicas de una sauna. Es éste un hombre de verbo fácil que apareció en varias ocasiones como comentarista de locales nocturnos en el programa de Pepe Navarro Esta noche cruzamos el Mississippi.
Alarde de riqueza
Los tres entablaron amistad y efectuaron varias salidas conjuntas, en ocasiones con alguna otra prostituta. Corbella siempre invitaba porque hacía alarde de su riqueza, pero recordaba a los comensales aquello de "quien paga, manda". En uno de esos encuentros, ocurrido en la noche del 26 de agosto de 1997, intimó en Castelldefels con Patricia Beatriz Hormianschi, una rumana de 23 años que trabajaba de bailarina en un local nocturno. En compañía de Izquierdo y de De Wilde, y después de haber consumido alcohol y cocaína de forma considerable, decidieron bañarse desnudos en la playa de Gavà.
La fiscalía sostiene que De Wilde e Izquierdo se pusieron de acuerdo y que la mujer asestó a Corbella varias puñaladas con una navaja de 10 centímetros de longitud en la espalda, el muslo y otras partes del cuerpo. Sin embargo, la agresión no le produjo la muerte y los tres acusados patearon entonces a Corbella y le propinaron puñetazos antes de arrastrarlo hasta el mar y sumergirle la cabeza en el agua hasta ahogarlo.
El cadáver fue abandonado después sin que se le robase nada. Ni siquiera el grueso anillo con un sello de oro que sirvió a la policía para identificar a la víctima y que condujo a la detención de los acusados al cabo de tres meses. La policía sostuvo entonces que la prostituta contratada para aquella noche no participó en los hechos, y lo cierto es que no llegó a ingresar en la cárcel, pero la fiscalía cree que sí colaboró en el crimen.
"Yo sólo vi que se revolcaban en la arena, pero nada más. Ni cuchillo, ni sangre", aseguró ayer Hormianschi antes de que el presidente del tribunal cortase de raíz las preguntas de la fiscal sobre la vida sexual de la acusada. "Yo no me acuerdo, pero las barbaridades que he oído aquí me parecen increíbles", explicó De Wilde en alusión al escrito de acusación de la fiscalía que fue leído al juicio. "No fue un arrebato. Se pusieron de acuerdo para matarlo", dijo la fiscal en su exposición a los miembros del jurado, tres mujeres y un hombre, que deberán emitir un veredicto de culpabilidad o inocencia.
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