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Tribuna
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La fiesta sigue

Empieza la Feria de San Isidro y ya están protestando contra la fiesta de los toros las sociedades protectoras de animales. Todos los años es igual. Pasa la feria y la fiesta de los toros sigue, la vida también. Nadie les va a negar el derecho a las sociedades protectoras de animales de protestar contra la fiesta de los toros. Si están en contra hacen bien. Pero, por el mismo motivo, nadie va a negar el derecho de ir a los toros (o criarlos, o torearlos) a quienes están a favor. La cuestión de la fiesta de los toros es tan vieja como su propia existencia. La primera detractora fue la Iglesia y hubo papa que hasta la anatematizó. Aunque no tanto por el sacrificio de los animales como por el de los hombres, ya que, en su sofisticada y arbitraria (por tanto, tantico perversa) interpretación de la doctrina, era pecado poner en riesgo la vida, que sólo pertenece a Dios.Otros papas bendecían ejércitos o tiraban por la calle de en medio y mandaban a sus propios soldados a la guerra; y para no incurrir en contradicción les bastaba con matizar el mismo argumento aclarando que si morían en el empeño irían a la gloria por haber entregado su vida a Dios. Como se ve, las doctrinas lo mismo valen para un roto que para un descosido. Después de la Iglesia, diversos intelectuales estuvieron en contra de la fiesta de los toros. Claro que otros estuvieron a favor. Luego empate. Quedaba el sentir popular; y hay ahí también división de opiniones: unos suprimirían la fiesta, otros la incrementarían; y aún se debe contar con aquellos a quienes la fiesta, sus defensores y sus detractores, les traen absolutamente sin cuidado.

Alternativa para la Liberación Animal, que estos días de feria hace campaña contra la fiesta, aduce que a más de la mitad de los españoles no le interesa o está en contra. Bueno, ¿y qué? Mientras no sea obligación ir a los toros allá cada cual. Durante los días de feria, por la calle de Alcalá y la barriada de Las Ventas una multitud acude a los toros en tanto otra va en sentido contrario y no se ha dado el caso de que la emprendieran a bofetadas ni de que se quedaran con ganas de hacerlo.

Alguna vez los contrarios a la fiesta se manifestaron delante de la plaza de toros antes de empezar la corrida y los aficionados pasaban por su lado sin hacerlos caso; todo lo más, los miraban con curiosidad, quizá hasta con simpatía, y no faltaba el que repetía la famosa frase del Gallo: "Tiene que haber gente pa to". Los antitaurinos divulgan frases mejores y prima entre ellas aquella que reza "tortura no es arte ni es cultura", con evidente referencia a que, en la lidia, se pican y banderillean los toros. Sin embargo, lo que pretenden transmitir es capcioso y tremendista. Sostienen que el público disfruta con el sufrimiento del toro lo cual es una solemne mentira. La suerte de varas -cruenta- no consiste en divertirse viendo sangrar al animal, sino que es una prueba de bravura, reglamentada para que cumpla ese fin y evitar abusos, sancionados.

Peor lo pasan los toros cuando, antes de la corrida, los afeitan -dicho en plata: les cortan los cuernos-, lo cual es una barbarie bastante generalizada, dolorosa y humillante para el animal, y resulta sospechoso que ninguna sociedad protectora de animales haya protestado por eso.

Si tres siglos de existencia tiene la fiesta, tres siglos llevan empeñados sus detractores en erradicarla. Con mayor virulencia en los principios de cada centuria, ya que invitan a invocar la modernidad que traen; sobre todo ahora con la llegada del tercer milenio en el que -dicen- seremos más modernos, más europeos, más altos, más guapos y más informáticos. Sólo son unos días; en realidad, un mes: pasará la feria y los promotores de la campaña contra la fiesta de los toros se recluirán en sus cuarteles de invierno hasta el año que viene por las mismas fechas. Todo es cíclico, nada hay nuevo bajo el sol.

Y, sin embargo, la fiesta sigue. Todos los domingos hasta noviembre hay toros en Madrid. A muchos les parecerá una aberración que esto sea posible en los albores del siglo XXI y en cambio otros lo agradecen. A fin de cuentas, algo habrá de tener esta fiesta para que después de haber nacido en una sociedad agrícola y crecido en una sociedad industrial, después de pasar por guerras y paces, cambios de siglos y sus mentalidades, esté entrando en el tercer milenio vivita y coleando.

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