ACUERDO DE REVISIÓN DEL TNP. La guerra de las galaxias (II): ¿La amenaza fantasma?.
El 20 de mayo terminó la Conferencia de Revisión del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) celebrada en la sede de las Naciones Unidas de Nueva York desde el pasado 24 de abril. El TNP constituye la piedra angular del desarme y el control de armas nucleares, pese a que su filosofía, cuestionada por muchos Estados (entre ellos España, que suscribió el tratado en 1987), esté basada en la división del mundo en dos categorías de países: los nucleares (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China), que ya lo eran antes de la apertura a la firma del tratado en 1968, y los no nucleares (es decir, el resto, con independencia de que hayan realizado con posterioridad a esa fecha un ensayo nuclear, caso de India y Pakistán). Los compromisos impuestos por el TNP a unos y otros son también diferentes: mientras que los no nucleares renuncian de por vida a fabricar, almacenar o adquirir armas nucleares, las potencias atómicas se comprometen únicamente, en virtud del artículo VI , "a celebrar negociaciones de buena fe sobre medidas eficaces relativas al cese de la carrera de armamentos nucleares y al desarme nuclear". El TNP se ha convertido en un tratado casi universal, con 187 signatarios y sólo cuatro Estados al margen: Cuba, Israel, India y Pakistán; estos dos últimos, considerados potencias nucleares de hecho.En 1995, el tratado fue prorrogado indefinidamente tras una controvertida conferencia. Los Estados nucleares aceptaron la adopción de un documento que sentaba las bases de lo que sería la agenda futura de no proliferación y desarme nuclear.
Estos días, el tema central de discusión en Nueva York ha sido precisamente el grado de cumplimiento por parte de las potencias nucleares de los compromisos asumidos. Se puede decir que el TNP y el régimen de no proliferación se encuentran en uno de sus momentos más críticos. La conferencia ha sido aprovechada, como era de esperar, para verificar los escasos avances producidos desde 1995 en materia de control de armamentos nucleares y para denunciar la postura poco entusiasta y colaboradora de EEUU en alcanzar el objetivo del desarme global y completo.
Poco antes de la conferencia, la Duma rusa ratificó dos de los principales tratados de control de armas nucleares: el de Prohibición Total de Ensayos (CTBT) y el anhelado durante siete años STARTII. Con ello, el foco de atención (y las presiones) se ha centrado en EEUU, al que Rusia ha acusado de querer poner fin a la actual estabilidad estratégica a costa de otros Estados. Para ello se basa en la negativa del Senado de EEUU a ratificar el CTBT el pasado octubre (considerado una de las prioridades de desarme y no proliferación en 1995) y, sobre todo, en su deseo de poner en marcha un sistema nacional de defensa contra misiles (NMD) que iría en contra del Tratado ABM de 1972.
Contrariamente a lo que se cree, lo que está en juego no es el desarrollo del sistema en sí, sino su despliegue. La decisión final, nuevamente pospuesta para julio, se adoptará, según la Casa Blanca, de acuerdo con cuatro criterios: la amenaza con misiles balísticos intercontinentales por parte de los llamados Estados gamberros hacia EEUU, el coste del sistema, la efectividad operacional de éste y, por último, el impacto del despliegue del NMD para la seguridad de Estados Unidos.
Desde hace un año, la justificación para desplegar un NMD se ha basado en subrayar que existen Estados, como Corea del Norte o Irán, que podrían amenazar la seguridad de EEUU mediante el lanzamiento de misiles balísticos contra su territorio. Sin amenaza, no existe, por lo tanto, necesidad de desplegar un NMD. El problema es que, fuera de Estados Unidos y al margen del Reino Unido o Dinamarca, no existe realmente convencimiento de que Corea del Norte o Irán puedan amenazar la seguridad de la gran potencia o de cualquiera de sus aliados. Por su parte, tanto Rusia como China consideran que los verdaderos destinatarios del NMD son ellos mismos. En el seno de la OTAN tampoco existe acuerdo, especialmente entre los miembros de la UE. Alemania y el Reino Unido se muestran preocupados acerca de las consecuencias que podría tener para la cohesión de la OTAN el despliegue de un NMD por parte de EEUU, estableciendo una defensa de dos categorías dentro del espacio atlántico. A comienzos de abril, Lionel Jospin puso también de manifiesto las reticencias francesas al proyecto, que, según sus palabras, "podría dañar el equilibrio estratégico global".
En un contexto de falta de apoyos, la estrategia norteamericana se ha centrado, de una parte, en intentar globalizar la amenaza, poniendo énfasis en que Corea del Norte, Irán e incluso Irak o Libia podrían lanzar un ataque contra cualquier Estado utilizando armas de destrucción masiva y ya no necesariamente utilizando misiles balísticos; de otra, las previsiones de la amenaza, realizadas por el Pentágono y la CIA, han comenzado a abandonar el futuro para pasar al presente y acabar finalmente en el condicional; es decir, que existirá una amenaza que podría poner en peligro la seguridad de EEUU. Además, el análisis de la amenaza nuclear no tiene en cuenta los propios cálculos del Pentágono o de la CIA acerca del tiempo necesario que debería transcurrir para que países como Corea del Norte o Irán pudieran lanzar un ataque con armas nucleares contra EEUU (que podría producirse, en el más optimista de los casos, en un plazo de entre 10 y 15 años, según las estimaciones de hace apenas dos años). Aunque, bien pensado, resulta difícil creer que un Estado como Corea del Norte pueda amenazar la seguridad de Estados Unidos con armas de destrucción masiva. Para el secretario de Defensa, William Cohen, el dilema parece tener fácil respuesta: "La amenaza está presente en estos momentos, y si no lo está, lo estará mañana". Se habla de amenaza en los 10 próximos años, pero no se ha tenido en cuenta la alta posibilidad de que haya cambios políticos en los Estados que pueden amenazar a EEUU, especialmente teniendo en cuenta que estamos refiriéndonos a regímenes como Corea del Norte, Irán o Irak.
Tampoco es comparable la situación actual, respecto a la amenaza nuclear, con la existente hace 15 años. Por entonces, la URSS estaba en posesión de 9.540 cabezas nucleares, listas para ser lanzadas en 2.318 misiles de largo alcance que apuntaban al territorio de Estados Unidos. En la actualidad, Rusia dispone de menos de 5.200 cabezas desplegadas en algo menos de 1.100 misiles, lo que significa una reducción del 52%. Además, es probable que el arsenal nuclear ruso disminuya por debajo de las cifras establecidas en el recién ratificado START II, hasta situarse en las 1.500 o, a lo sumo, 2.000 en el año 2010. Durante este mismo periodo, China ha mantenido un arsenal nuclear en torno a las 300 cabezas desplegadas en 20 misiles de largo alcance, aunque la cifra, de seguir adelante el NMD, podría incrementarse fácilmente a los 30 misiles, aparte de modernizar los que ya posee. El Libro Blanco de la defensa del Reino Unido contemplaba también una reducción de 300 a 200 en el número de las cabezas nucleares de los misiles a bordo de sus submarinos Trident. Finalmente, Francia ha desmantelado también sus misiles tierra-tierra del Plateau d'Albion y tiene previsto realizar importantes reducciones de su arsenal nuclear hasta el año 2015.
El número de misiles de alcance intermedio (3.000-5.500 kilómetros) se ha reducido aún más como consecuencia del tratado INF, negociado por los presidentes Reagan y Gorbachov. La URSS destruyó 1.846 misiles, y EEUU, 846. China posee en la actualidad unos 20 misiles Dong Feng 4, sin que, de momento, existan muchos riesgos de aumento. Debido a la complejidad tecnológica, sólo Corea del Norte, al margen de China y Rusia, ha desarrollado un misil de este tipo, el Taepo Dong 2. Sí ha habido un incremento en el número de Estados que han desarrollado misiles balísticos de alcance intermedio (1.000-3.000 kilómetros), que están basados, en realidad, en un desarrollo del misil Scud. Pese a todo, existen menos programas de misiles balísticos en marcha que los que existían hace 15 años, si pensamos en países como Brasil, Argentina, Egipto o Suráfrica. El resto de los Estados a los que se acusa de tener en marcha ambiciosos programas de misiles balísticos que podrían portar una carga nuclear, química o biológica, lo único que tienen en realidad son misiles de corto alcance de tipo Scud. El análisis detallado de dichos programas pone de manifiesto que, de los 33 Estados con capacidad para fabricar misiles balísticos, sólo seis pueden desarrollar por sí mismos misiles con un alcance superior a los 1.000 kilómetros. Análisis similares podrían hacerse con respecto a la capacidad nuclear de los mismos Estados en posesión de misiles balísticos de largo alcance. Aparte de India y Pakistán, ni en los casos de Corea del Norte, de Irán, y mucho menos de Libia, se puede hablar de una capacidad nuclear propia.
EstadosUnidos está convencido de que Rusia aceptará la revisión del tratado ABM. La mayoría de los Estados están en contra de dicha decisión, como puso de manifiesto una resolución adoptada en diciembre por la ONU, con los votos en contra de cuatro Estados (Albania, Estados Federados de Micronesia, Israel y EEUU) y 68 abstenciones (la UE, salvo Francia, que votó en contra).
Conviene reflexionar acerca de un asunto: ¿qué es más importante para la seguridad internacional, una hipotética amenaza de Corea del Norte u otra más real, consecuencia del rearme de Rusia y China? Es la primera parte del primer debate estratégico del siglo XXI.
Vicente Garrido Rebolledo es profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.
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